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Sobre el ejercicio del periodismo
Sobre el ejercicio del periodismo
Por: Eduardo Kaviedes

Jueves 08 Julio 2010 | 00:00

El país debe tener un Estatuto válido, importante y viable para que la prensa tenga un código de ética que modere su quehacer a los esclavos de sus complejos no resueltos, de sus rencores obsesivos y de sus resentimientos personales.

O de sus intereses ideológicos, políticos, sociales o económicos. El periodismo es una actividad humana y, como tal, sujeta a las imperfecciones humanas. Y la peor de tales imperfecciones es, justamente, considerarse intocable.
La libertad de expresión, que debería ser universal, no lo es. El 99% de la humanidad no tiene como hacer oír su voz en los espacios mundiales de diálogo. Allí van los representantes de las mayorías que se debaten no sólo en la miseria sino en el silencio. Para seguir a Kapuscinsky, el periodismo debería ser vocero de los que sufren, de los marginados, de los "Condenados de la Tierra". Pero no lo es del todo pues sobre él se ciernen las influencias de los que se sienten propietarios de la pelota y quieren seguir siendo los árbitros sociales. O del sensacionalismo y la farándula que convierten en espectáculo la miseria y el dolor ajenos.
Ningún medio permite que se vulneren los intereses comerciales de sus anunciantes. De ellos viven, a ellos les deben su existencia. Ninguna empresa -el periodismo privado es empresarial, como es obvio- se arriesga a poner en peligro su permanencia siendo absolutamente imparcial y objetiva en su información. Si acaso, pero a veces ni siquiera allí, en las páginas de opinión se pueden arriesgar conceptos firmados contrarios a los intereses empresariales, ideológicos o religiosos de los medios. Cuando estas verdades se acepten con humildad y con buen juicio, se puede pensar en mecanismos éticos para el ejercicio periodístico.
Hay mecanismos judiciales que castigan la calumnia y la injuria. Pero cuando se acude a ellos ante la flagrancia del delito, como en el caso reciente del doctor Emilio Palacio, se aduce agresión a la libertad de expresión. Y eso no es ético. Sean cuales fueren las razones del periodista para hacerlo, injurió y calumnió. Y se escudó en la solidaridad (alcahuetería) profesional. Y al final respondió al retiro del juicio con patanería y soberbia. Pero trataron de convertirlo en héroe los vocingleros del resentimiento.
Y así no se hace periodismo independiente, imparcial ni objetivo. No es necesaria una ley sino un Código de Ética en manos de la ciudadanía, que ponga en la picota pública el mal periodismo. Que no sea punitivo sino ejemplarizante. Y si se presentan la injuria y la calumnia, que no se encubra al responsable sino que se lo ponga en evidencia. Que la ley haga lo suyo sin que se produzcan quejas ni lloriqueos.

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