Así de sencillo... Nadie puede negar que el licor y todos sus placeres conducen al hombre a la mismísima miseria humana, al punto que el hogar, la esposa y los hijos pasan a segundo plano, confundiéndolo con la cantina, la botella de bebida alcohólica y la copa.

Frente a la importancia de la disposición ministerial, emanada por los ministros de Gobierno y Turismo, bien vale preguntarnos: ¿cuántas esposas se alegraron porque los maridos llegaron al hogar con la responsabilidad de la comida para la semana?
Al subrayar las opiniones negativas, la otra cara de la medalla afirma que es lamentable observar cómo las bebidas alcohólicas invaden al hombre y a la mujer con facilidad, hasta llegar al extremo de constituirse en dependientes del licor; es decir, viven para beber, teniendo como resultado la deserción estudiantil y el fracaso en el trabajo o empleo.
Es conveniente que una persona dominada por esa sed del alcohol, que nunca le falta un pretexto para hacerlo sólo o acompañado, conozca que el alcoholismo es fuente de destrucción de la vida. Es decir, en muchas ocasiones bebe y bebe con  amargura frente a la botella, para después, acompañado o sólo, llegar al hogar con ese procedimiento agresivo, cuando la vivienda, por ser el sagrado centro familiar, merece respeto; igualmente los niños y jóvenes necesitan de padres y adultos sensibles y compresivos, de moral y dignidad que les ayude a que crezcan con responsabilidad y felicidad.
Esa ansiedad de la bebida alcohólica, conocida como enfermedad alcohólica, puede darse por terminada si comprende que perdiendo la vida por muerte alcohólica repentina, la esposa queda joven y los hijos sin ninguna orientación ni dirección.
Reflexionando: "Del enfermo alcohólico, y solamente de él, depende ser controlada esta situación;  pero ¿cómo hacerlo? Lo primero es alejarse de los amigos alcohólicos y de las bebidas alcohólicas, que son los elementos para seguir convertido en un enfermo alcohólico".