Sin embargo, a la par de la alegría se manifiesta la preocupación, precisamente por el futuro de estos nuevos ingenieros, licenciados, médicos, abogados, periodistas, arquitectos y más,  que llenos de ilusiones y esperanzas culminan sus carreras para enfrentar a la vida.
Porque luego de un largo proceso de aprendizaje llegan a un mundo laboral y mercantil en el que las oportunidades de trabajo son escasas, sin  proyecciones de desarrollo cercano y con posibilidades restringidas para la participación activa en empresas propias, debido a que las exigencias económicas son muy fuertes y las facilidades prestatarias restringidas.
El panorama, entonces, se vuelve complicado para muchos, que optan por seguir actividades no acordes a su profesión ante la disyuntiva de la sobrevivencia, truncándose las aspiraciones que lo motivaron al ingreso al estudio de la profesión elegida.
Y estas contradicciones son las que las autoridades universitarias están llamadas a superar, aplicando nuevas acciones dirigidas a una mayor incursión en la sociedad, para que los centros de educación superior se integren más a ella y se vuelvan parte inmanente de  su desarrollo ofreciendo el elemento profesional que las necesidades demanden.
Y para ello es imprescindible el entendimiento con el Estado, para que brinde facilidades que requiere la mejor preparación de los estudiantes; así como una directa relación con los sectores de la producción para conocer qué profesionales necesitan y cubrir las necesidades del mercado con proyecciones futuras. Así estará segura la ocupación profesional.