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Controlar la conversación
Controlar la conversación
Por: Ricardo Trotti
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Martes 22 Junio 2010 | 00:00

En la constante puja por establecer la agenda pública o controlar la conversación, son los medios de comunicación y los políticos consumados los que no se dan por vencidos con tal de “anotar un gol”, a pesar de que la atención en estos días de Mundial la tiene la FIFA, que ha visto casi colapsar su página en el internet, así como Cristiano Ronaldo, el hombre más buscado en Google y quien ya suma unos cinco millones de “amigos” apenas debutó en Facebook.

Así, con un léxico de campaña por los votos, se escuchó esta semana a Barack Obama que le “patearía el trasero” a los ejecutivos de British Petroleum y que crearía un “plan de guerra” para contrarrestar el peor desastre ecológico de todos los tiempos, a cuyos efectos negativos comparó con “el ataque terrorista” de “Septiembre 11”.
Instalar la agenda no es fácil. Es que a diferencia de los medios, los mensajes de los políticos, para que prendan en el público, tienen que ser consecuentes con sus acciones. Por eso los problemas del presidente mexicano Felipe Calderón, cuyos discursos y estrategias sobre “seguridad pública” y “guerra contra el narcotráfico”, se ven cada semana contrarrestados por las más de cien víctimas y decenas de cabezas degolladas rodando por doquier.
Lo del presidente Álvaro Uribe es diferente. Esta semana demostró la concordancia entre lo que dice y hace, entre su política de seguridad democrática y el rescate de cuatro secuestrados en manos de las FARC. No solo reinstaló el tema de los rehenes y la guerrilla como en el 2008 tras la liberación de Ingrid Betancourt, sino además, disipó cualquier duda de que el candidato oficialista, Juan Manuel Santos apabullara a Antanas Mockus en esta segunda vuelta electoral.
Pero no siempre el fenómeno de la “agenda setting” está enfocado en la coherencia entre tema y acción. Los medios, como caja de resonancia, suelen legitimar incoherencias, mentiras repetidas mil veces como decía el propagandista hitleriano Joseph Goebbels, o palabras bizarras que terminan siendo válidas por la jerarquía del interlocutor, así sea loco o cuerdo, maniático o narcisista.
En esta categoría entran Hugo Chávez y Rafael Correa. Ávidos y diestros en frases altisonantes capaces de crear los mejores titulares y despertar la réplica de sus víctimas; pero, al mismo tiempo, conscientes de las debilidades del poder político frente a los medios de comunicación para imponer la agenda social, optan por renegar de ellos; los desprestigian, asfixian y persiguen.
Convertida Venezuela, después de Cuba, en el país latinoamericano con más periodistas y políticos presos o exiliados, Chávez se ha perfeccionado en esta política de censurar y crear temas de conversación. Es un hombre de palabra cínica y teatral, pero peligroso, todo lo que promete lo cumple. Anuncia nacionalización y nacionaliza, expropiación y expropia, intervención e interviene, encarcelamientos y encarcela; y rotula a los medios de “objetivos militares”, y los cierra.

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