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Operación Camaleón
Operación Camaleón
Por: Luis Herrería
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Sábado 19 Junio 2010 | 00:00

El ejército colombiano acaba de cumplir una operación militar que debe ser considerada de extraordinaria importancia, ya que de ella se desprenderán realidades inevitables.

Al rescatar con vida, sanos y salvos, del cautiverio que sometieron durante largos doce años los narcoguerrilleros de las FARC a un general, dos coroneles y un sargento, no solamente que lograron despojarlos de las cadenas infamantes, sino que se consiguió poner en evidencia la fractura militar que está haciendo mella entre la organización de uno de los grupos criminales más peligrosos que aún existen en América Latina. Si a este punto de quiebre, vital en una agrupación de este tipo, le agregamos su desprestigio político por ser consideradas las FARC como terroristas por organismos internacionales, es indudable que el cerco se les va estrechando cada día más, porque el reducido espacio físico que utilizan para el ilícito negocio de estupefacientes ya no les permite acceder a las exorbitantes sumas de dinero que en otros tiempos les servía para adquirir armamento sofisticado y –hay expertos que aseguran- hasta para solventar campañas electorales de políticos inescrupulosos ávidos de poder a cualquier costo.
A lo anotado podemos señalar que en el lugar del rescate, en las selvas del Guaviare, seguramente las fuerzas del orden encontrarán documentos, objetos y más que servirían como nuevos rastros sobre los criminales que hicieron un modus vivendi del secuestro, la tortura y otras atrocidades.
Muchas de las operaciones exitosas, incluida la reciente, se han producido durante la administración de un hombre de claro talento y sentido patriótico como el presidente Álvaro Uribe, quien ha dirigido con criterio de estadista los destinos de un país que los enemigos de la democracia se empeñaron en hundirlo en el submundo de los émulos de Fidel Castro, pero gracias a la férrea voluntad de los colombianos que confiaron en el rumbo que imprimió su máximo líder, ha sido posible que la labor profiláctica prosiga con Juan Manuel Santos, próximo mandatario de Colombia, quien para culminar la huella de su antecesor pondrá en su sitio a los bandidos, a efecto de que su abatimiento o rendición signifiquen el fin del terror con que atormentaron a un pueblo como el colombiano que tomado de la mano de Uribe decidió que se había iniciado el momento de acabar con la narcoguerrilla, una de las lacras más vergonzosas que no sólo llenaba de afrenta la dignidad nacional, sino que también impedía el pleno desarrollo económico de un país de gente inteligente y laboriosa.
Ojalá que el ambiente de futuro promisorio que se atisba en Colombia sirva como ejemplo para que en otros países hermanos cesen las tempestades de odio y que los tiranos comprendan que llegó la hora en que los pueblos exigen obligaciones democráticas en los mandatarios y derechos humanos para los ciudadanos.

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