Sin desconocer que el hogar no es una familia aislada, tampoco hay que desconocer que la felicidad de cada día nace con el padre.

Por eso, que no solo sea este domingo 20 de junio el del reencuentro fraterno del hijo o de la hija al padre, no olvidemos que nuestra gratitud debe estar presente los 365 días del año, más aún en los años de la ancianidad.
Igualmente, se debe hablar del noble padre, que todo el poder suyo se rinde ante sus hijos que son sus esperanzas e ilusiones, sus alegrías y tristezas, sus preocupaciones y sufrimientos.
A mi juicio, con el hijo nace parte de la vida del padre. Pero, sin embargo, los hijos deben honrar los nombres de pila, que deben crecer libre de intereses mezquinos desde su nacimiento hasta su muerte.
Con todo, siempre debemos honrar a los padres que cumplieron su noble misión con honor y dignidad, y que por el azar del destino partieron a la eternidad; a la madre o abuelos que les toca asumir el rol de padre, ya sea por muerte o porque de repente se olvidaron de cumplir con el compromiso aceptado pero abandonado.
Revivamos también una plegaria en la tumba de los fallecidos y meditando profundamente depositemos un recuerdo a quien nos ayudó a levantar de los fracasos.
Mi homenaje a los padres encarcelados, a los ancianos abandonados, a los enfermos sin medicinas, a los que sufren la ausencia de los suyos en la lucha por la vida; a los padres sin trabajo o empleo, que pasarán su día sin una sonrisa en sus labios, y tanto otros en desgracias.
Mi homenaje al padre responsable de todos los días, el primero en la familia, gran jefe y gran capitán en los mares tenebrosos de la vida y que nació con el designio de ser el rey del hogar.
¡Loor al padre de Manabí y el Ecuador entero, hoy y siempre!