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Thalía Cedeño Farfán.
Pureza eclesial

Por estos días llama la atención el hecho de que algunos sacerdotes se comportan como los más comunes de los mortales: aman, tienen hijos, se relacionan sexualmente, entre otras cosas.

Jueves 14 Mayo 2009 | 21:22

¿Recién nos damos cuenta que los sacerdotes y monjas son hombres y mujeres sujetos a los mismos deseos y debilidades que todos los seres humanos? Las leyes que rigen a la Iglesia Católica son hechas por humanos dentro de una institución que supuestamente representa a Dios en la tierra. Pedir a los sacerdotes celibato no es mucho, simplemente es no casarse, pero castidad, castidad, difícil. Así lo demuestran. Castidad es un don que pocos poseen, casi divino. Luchar contra la naturaleza del hombre para revertir su naturaleza es como torcer el camino hacia la propia vida, contradecirla. Lo ideal sería ordenarla, encauzarla como se encauzan los ríos para que no se desborden. El matrimonio es unión, comunión afectiva, necesidad vital. ¿Por qué una educación pensando que la unión con mujer es causa de pecado? Malas son las aberraciones. Los sacerdotes deben casarse, tener hogar y trabajar en la Iglesia durante el día como cualquier otro profesional. El paradigma de mujer es la Virgen María, está en el altar consagrada por ser madre del Hombre convertido en Cristo. Ella estuvo casada, nadie la obligó a ser soltera, a no amar. Igual los apóstoles. Pero la Iglesia ha creado mitos y contradicciones en su afán de despertar el amor hacia la divinidad, que no es más que el amor hacia todos, hacia el Todo para una cabal realización humana. La Iglesia debería reflexionar más. Una educación extremadamente rígida conduce a la castración mental del ser humano, a horribles y tortuosas desviaciones. Es un tiempo difícil. Los sacerdotes y monjas no andan en los negocios del Padre, andan en sus propios asuntos y la Iglesia se ocupa hasta de si se debe usar preservativos o no, de si un cura se acuesta con una mujer o si la besa en público. ¡Horror, un obispo ha preñado a varias mujeres! Y por qué no, él no puede usar preservativos. Lo prohíbe su Iglesia. Pero hay otros y otras que se han dedicado al abuso de los niños como si nada. ¿Van con los tiempos o siempre han estado en lo mismo? El Santo Padre se cansará de pedir perdón por sus descarriados hijos. Nosotros los perdonamos y decimos que humano es caer y constatamos la necesidad de una mejor educación para la vida Por eso aconsejo, a todo hombre o mujer que crea en la divinidad, que hable a solas con Dios. El nos sabrá aconsejar por el camino en que debemos andar. Solo él conoce las ovejas de su rebaño y jamás las abandonará. Quito, Mayo 9 de 2009, [email protected]
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