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Luis Herrería Bonnet
El azar

El filósofo de los siglos 18 y 19, Arthur Schopenhauer, quien tenía un carácter torturado, desdeñoso e irritado, quizás debido a que su espíritu se debatía sin tregua en la urgencia de los estímulos sensuales a duras penas reprimidos, señalaba que el azar es un poder maligno del cual hay que fiarse lo menos posible.

Sábado 09 Mayo 2009 | 20:12

Antes de salir a la luz pública, esto es, cuando no accedía todavía al cargo de Secretario de Estado donde lo soportaron por tres meses, el economista Rafael Correa Delgado se encontraba en total anonimato político. Tan solo hacían mención de sus rabietas quienes eran directivos y alumnos de la Universidad San Francisco de Quito. El resto fue culpa del azar. Es que siendo el azar nada más que la casualidad, nada tiene de raro cuando resulta una desgracia, que no es prevista por aquellos que se obnubilan ante lo que resulta un aparente obsequio, pero que si se tomasen el trabajo de leer como lo hacía Schopenhauer podrían llegar a la misma conclusión del sabio originario de la ciudad libre de Danzig, antes de ser prusiana. Tal vez si hubiese permanecido como catedrático en la Universidad que demandó cuando ya no la necesitó, y de no haberse interpuesto el azar, los días del señor Correa no sufrirían las excesivas alteraciones que las han soportado con templanza aquellos hombres que hacen política por vocación y formación, quienes tuvieron muy en claro que no se trata de sacarse la lotería sin comprar el número premiado, sino que para emprender la noble y difícil tarea de ejecutar una actividad que es ciencia y arte, se necesita de una gran consistencia intelectual y emocional, en donde el tiempo juega un papel de capital importancia, ya que los contrastes van ensamblando la personalidad del político, de forma tal que cuando triunfan no se envanecen y cuando son derrotados se levantan como el ave fénix. Cuando el azar y tan solo el azar es el elemento que catapulta a un ser humano a niveles insospechados, aún para los megalómanos, entonces se producen desequilibrios que perturban no solo al supuesto privilegiado, sino que trastorna en forma peligrosa a quienes tienen la desgracia de acatar los ofuscados pronunciamientos de quien nunca estuvo adecuado para desempeñar un delicado rol, mismo que está reservado a quienes tienen una multiplicidad de condiciones que los responsabiliza de una labor en beneficio del colectivo ciudadano. Luego de las triquiñuelas electorales del último 26 de abril, cuyos resultados están y estarán en duda, este régimen de la viciosa “revolución ciudadana” quedará estigmatizado por falta de credibilidad y de capacidad, demostradas no solo en dicha jornada comicial, sino también en los 26 meses de gobierno pendenciero y mentiroso, por lo que será un milagro si las confrontaciones no pasan de los insultos procaces hasta llegar a los más reprochables actos de fuerza bruta. Y todo por culpa del azar. "Será un milagro si las confrontaciones no pasan de los insultos procaces"
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