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Rubén Darío Buitrón
Lo que se viene
Rubén Darío Buitrón

Cuando escucho que algunos maestros todavía enseñan que el buen periodismo debe ser “objetivo, veraz e imparcial” pienso en cuánto daño nos hacen los mitos, los lemas, las fórmulas, los esquemas mentales, la incapacidad de reflexionar acerca de nuestras presuntas certezas.

Sábado 02 Mayo 2009 | 19:43

¿Cómo alguien puede ser “objetivo, veraz e imparcial” si su cotidianidad está signada por su ideología, su historia personal, sus sentimientos, su manera de entender el mundo, sus creencias religiosas, sus hábitos, sus costumbres, sus prejuicios, sus miedos, sus defectos? Los seres humanos vivimos atravesados por enormes limitaciones, taras, defectos, bloqueos mentales, subjetividades, estigmas. Y los periodistas somos seres humanos, tan simples y tan complejos. ¿No será que la sociedad espera demasiado de nosotros? ¿No será que la sociedad no alcanza a entender que los periodistas no somos más que eso, periodistas, y no sacerdotes, ni jueces, ni investigadores privados, ni fiscales, ni consejeros matrimoniales, ni tramitadores de obras públicas, ni héroes contrarrevolucionarios ni soldados de la revolución? No creo en los periodistas que se alinean, se ponen el uniforme y agachan la cabeza para convertirse en “intelectuales orgánicos”. Que lo hagan es su decisión y su derecho en una sociedad democrática, y, quizás, es una actitud coherente con su ética y su ideología, pero que no digan que son periodistas porque no lo son cuando su palabra y su oficio se ponen al servicio del poder político, cuando pierden la criticidad, cuando callan frente a los atropellos, abusos y estigmatizaciones, cuando miran a otro lado para no admitir que los medios donde trabajan (ahora en manos del gobierno) ahora son tan vinculados y mediocres como lo fueron antes (en manos de banqueros corruptos). Tampoco creo en los periodistas que se alinean, se ponen el uniforme y agachan la cabeza para convertirse en voceros del “otro lado”. Igual que los “intelectuales orgánicos”, tienen derecho de hacerlo en una sociedad democrática, pero dejan de ser periodistas si su mirada de los hechos está velada por dogmas, fundamentalismos, intereses personales o apasionadas vocerías del poder tradicional amenazado por el nuevo poder. A las puertas de un nuevo período del gobierno que entiende el periodismo como venia y sumisión al poder superior, como una máquina reproductora de gestos y palabras del poder superior, como una herramienta para silenciar a los objetores, como un espacio para imponer ideas, no cabe la muletilla “objetiva, veraz e imparcial”. Hagamos periodismo equilibrado, preciso, justo, sereno y ajustado a los hechos. Pero, sobre todo, hagamos periodismo pedagógico, profundo, crítico y valiente. Ahora, más que nunca, vamos a necesitar un periodismo que incomode al poder y solo sirva al país, a nadie más.
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