Gabi Matos, influencer brasileña de 21 años, cambia el pañal de su muñeco “Ravi” con ternura frente a sus 1,3 millones de seguidores. El detalle: Ravi no es un bebé real, sino un “bebé reborn”, muñeco hiperrealista cuyo uso ha generado un intenso debate social, mediático y legislativo en Brasil. El fenómeno, que movió 200 millones de dólares en 2024 a nivel global, ha ganado popularidad en el país sudamericano, pero también ha encendido polémicas.
Del hobby al escándalo viral
Confeccionados artesanalmente con vinilo o silicona, los bebés reborn pueden simular funciones como amamantar o hacer pipí. Aunque para coleccionistas como Matos o Alana Generoso, dueña de una tienda temática en Campinas, se trata de una forma de arte o pasatiempo, la difusión de videos que mostraban simulaciones de parto y cuidados extremos provocó una reacción pública.
En abril, un encuentro de entusiastas en São Paulo se viralizó, y con él, críticas y burlas en redes sociales y medios de comunicación. Una escenificación de parto “reborn”, con “bolsa amniótica” y “cordón umbilical”, aumentó la tensión.
Del parque al Congreso
La controversia llegó al Congreso brasileño, donde ya existen propuestas legislativas para abordar el uso de estos muñecos: desde ofrecer apoyo psicológico hasta sancionar el uso indebido, como tratar de obtener atención preferencial en servicios públicos.
El debate se volvió más insólito cuando el diputado evangélico Manoel Isidório apareció en el hemiciclo con una muñeca en brazos, a la que llamó “nieta”, defendiendo la práctica como inofensiva. En paralelo, concejales de Río de Janeiro propusieron crear el “Día de la cigüeña reborn”, en honor a los fabricantes de estos productos.
Un fenómeno con matices psicológicos y de género
La psicóloga Viviane Cunha aclara que tener muñecos reborn no constituye un trastorno mental, salvo que interfiera con la vida cotidiana de manera negativa. Según Cunha, este fenómeno puede estar vinculado a la soledad emocional, catalogada por la OMS como una pandemia social.
Para Matos, la polémica también refleja una doble moral de género. “A los hombres se les acepta jugar videojuegos o volar cometas. Pero si una mujer cuida un muñeco, se dice que necesita tratamiento psiquiátrico”, afirma.
