Tres lustradores de zapatos trabajan a diario en el terminal terrestre de Portoviejo, en Manabí, Ecuador. Desde temprano, ofrecen limpieza de calzado por 50 centavos, una labor que sobrevive en 2025 gracias a clientes fieles y temporadas clave como el regreso a clases.
Una profesión tradicional frente a nuevos desafíos
Ramiro Hernán lleva más de tres décadas trabajando como lustrador de zapatos en Portoviejo. Todos los días, desde temprano, se instala frente al terminal terrestre junto a dos compañeros que comparten el mismo oficio. Con banquillos de madera, betún, trapos y cepillos, esperan a los clientes que aún valoran un par de zapatos relucientes.
“Esta es una profesión que no muere. Cuando acabe esta generación, vendrá una nueva”, afirma Hernán, convencido de que su trabajo tiene valor. El servicio cuesta 50 centavos por calzado oscuro y 3 dólares por los blancos, que requieren mayor dedicación. El ingreso diario varía, pero en promedio atienden entre tres y cinco personas.
Aunque la jornada puede ser larga, Hernán no se desalienta. Destaca que entre sus clientes se encuentran trabajadores, estudiantes y docentes, quienes regresan una y otra vez por el servicio. “Aquí vienen profesores, estudiantes, trabajadores. Hay fidelidad”, asegura mientras lustraba un zapato café.
Temporada escolar, un alivio anual para el oficio de los lustradores de zapatos
El regreso a clases es una de las pocas épocas del año en que la demanda de limpieza de calzado se incrementa. Muchos colegios en Portoviejo, como el Portoviejo y el Uruguay, mantienen el uso de zapatos de suela en sus uniformes, lo cual representa una oportunidad para este oficio.
“Los zapatos de escuela todavía vienen. Incluso los de niños. Se sigue utilizando zapato negro, azul oscuro y últimamente mucho el color café”, comenta Hernán. Para ellos, cada inicio de año lectivo significa un breve repunte económico que ayuda a sostener el resto del año.
Fuera de esas semanas, el trabajo es irregular. Algunos días no se consigue ningún cliente, y los lustradores deben mantenerse firmes. La baja afluencia de personas con calzado formal ha reducido drásticamente el número de trabajadores en esta actividad en Portoviejo.
Fidelidad ciudadana y cultura del cuidado del calzado
Wacho García es un cliente habitual de los lustradores del terminal. Afirma que acude desde hace años a ese punto para mantener limpios sus zapatos casuales. “Yo siempre, toda la vida, he venido donde los señores lustradores aquí en el terminal”, comenta con seguridad.
Para García, el servicio que brindan estos trabajadores tiene valor práctico y cultural. “Este es el pan de ellos cada día”, señala. Además, resalta que se trata de una práctica extendida a nivel nacional. “Los lustradores de zapatos, donde quiera, los encontramos”, asegura.
Cuando se le pregunta por la utilidad del servicio frente a soluciones caseras como esponjas o cremas, responde con decisión: “Es mejor el servicio de los lustradores. Uno no lo hace igual en casa”.
Reducción visible de lustradores de zapatos
Alejandro Zambrano también utiliza el servicio de lustrado en el terminal terrestre. Considera que mantener estos oficios activos es fundamental en un país con escasas oportunidades laborales. “Es necesario que sigan en la función las personas que se dedican a esto, porque es un trabajo digno”, expresa.
Zambrano recuerda que hace años era común encontrar varios lustradores en zonas concurridas, pero hoy cuesta localizarlos. “Han disminuido bastante. Yo veo desde hace como 200 metros allá preguntando y no encontraba”, narra. Para él, el bajo costo es parte del valor: “Sí, 50 centavos no está malo”.
Aunque podría limpiar sus propios zapatos, admite que a veces no lleva implementos o llega con calzado sucio, y el servicio resulta necesario. “Yo vengo con mis zapatos con lodo, no podía cargarlos con implementos”, explica. Así como él, varios usuarios valoran que haya personas dedicadas a esta tarea.
Oficio con historia y presencia en el espacio urbano
Los lustradores han sido por décadas parte del paisaje de plazas, terminales y parques en ciudades de Ecuador. Aunque hoy su número ha disminuido, su presencia mantiene una conexión directa con la historia de la economía popular urbana.
En Portoviejo, su ubicación frente al terminal terrestre les permite captar a viajeros, trabajadores o personas que acuden al centro. A pesar del desgaste y la informalidad, su presencia es señal de una tradición viva. Algunos municipios en otras ciudades han impulsado programas de regularización o apoyo para oficios tradicionales, aunque este no ha sido el caso en Portoviejo.
El lustrador de calzado forma parte del imaginario colectivo de generaciones enteras, y aunque los tiempos cambien, el ritual de sentarse, conversar y ver cómo un zapato opaco se transforma sigue teniendo significado.