Turkmenistán: prohibiciones insólitas bajo un régimen autoritario

Turkmenistán, gobernado autoritariamente por la familia Berdimuhamedov, impone estrictas y peculiares prohibiciones que controlan la vida cotidiana, como restricciones al color del cabello o la censura de la palabra "coronavirus". Este control estatal extremo se da en un país rico en gas, con una capital, Ashgabat, famosa por su mármol blanco.

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En Turkmenistán se imponen prohibiciones insólitas como teñirse el pelo, mencionar el coronavirus, conducir autos que no sean blancos y que los menores de 40 años lleven barba, entre otras restricciones.
En Turkmenistán se imponen prohibiciones insólitas como teñirse el pelo, mencionar el coronavirus, conducir autos que no sean blancos y que los menores de 40 años lleven barba, entre otras restricciones.
En Turkmenistán se imponen prohibiciones insólitas como teñirse el pelo, mencionar el coronavirus, conducir autos que no sean blancos y que los menores de 40 años lleven barba, entre otras restricciones.
En Turkmenistán se imponen prohibiciones insólitas como teñirse el pelo, mencionar el coronavirus, conducir autos que no sean blancos y que los menores de 40 años lleven barba, entre otras restricciones.

Redacción

Redacción ED.

En Turkmenistán, un país de Asia Central limítrofe con Afganistán y Uzbekistán, los ciudadanos enfrentan una lista de prohibiciones insólitas impuestas por el régimen autoritario de Serdar Berdimuhamedov. Teñirse el cabello, mencionar la palabra «coronavirus», conducir autos que no sean blancos o llevar barba si se es menor de 40 años son algunas de las restricciones que definen la vida en esta nación.

Estas normas, que comenzaron bajo el primer presidente Saparmurat Niyázov en 1991 tras la independencia de la Unión Soviética, reflejan un control estatal que permea desde la cultura hasta la apariencia personal. El actual presidente, Serdar Berdimuhamedov, hijo de Gurbanguly Berdimuhamedov, asumió el poder en marzo de 2022 tras una elección donde obtuvo el 73 % de los votos, según datos oficiales.

Su mandato continúa la tradición de leyes caprichosas que han convertido a Turkmenistán en uno de los países más herméticos del mundo, con un control absoluto sobre los medios de comunicación y un acceso restringido a internet. Estas políticas, junto a la represión de minorías étnicas y religiosas, han sido denunciadas por organizaciones como Human Rights Watch, que en su último informe señala la supresión de derechos fundamentales en el país.

Un legado de restricciones en Turkmenistán

La historia de estas prohibiciones comenzó con Saparmurat Niyázov, quien instauró la política de “turkmenización” para eliminar influencias culturales consideradas “antiturcomanas”. Niyázov prohibió actividades como asistir a funciones de ballet u ópera, tener perros, estudiar inglés o escuchar música mientras se conduce. Además, escribió el “Ruhnama”, un libro de moral y civismo declarado sagrado y obligatorio en las escuelas.

Su culto a la personalidad llegó a renombrar los meses del calendario: enero pasó a llamarse “Turkmenbashi” (líder de los turcos), abril “Gurbansoltan” en honor a su madre, y septiembre “Ruhnama”. Tras la muerte de Niyázov en 2006, Gurbanguly Berdimuhamedov, su sucesor y exdentista, suavizó algunas restricciones. Restauró el calendario tradicional, permitió el ballet y el inglés, y redujo la relevancia del “Ruhnama”.

Sin embargo, mantuvo la megalomanía de su predecesor al erigir estatuas doradas de sí mismo y promulgar nuevas normas, como la prohibición de teñirse el cabello o fumar en espacios públicos. Durante la pandemia, Turkmenistán eliminó toda mención al covid-19, prohibiendo el uso de mascarillas y la discusión sobre la enfermedad, una medida que generó críticas internacionales.

Ashgabat: la capital de los récords y el control

La capital, Ashgabat, es el epicentro de estas restricciones y un símbolo del autoritarismo turcomano. Conocida por sus edificios revestidos de mármol blanco (543 en 4,5 millones de metros cuadrados, un récord Guinness), la ciudad también ostenta la mayor concentración de fuentes públicas (27 en 15 hectáreas) y la cubierta más grande del mundo, una estructura de 47,6 millones de metros que costó 74 millones de dólares. Sin embargo, su apariencia impecable contrasta con la represión que enfrentan sus habitantes.

“Es como una ciudad fantasma”, describe Rama Jutglar, un youtuber español que visitó Ashgabat. “Nadie camina por las calles, y el acceso a internet es casi inexistente. Las redes sociales y aplicaciones como WhatsApp están bloqueadas”. Nicolás Pasquali, un viajero argentino, compara la experiencia con un “reality show”: “Todo es tan pulcro y controlado que parece ficticio. Los turistas deben ir con un ‘fixer’ que vigila sus movimientos, y es común sentir que te siguen agentes del gobierno”.

El gobierno y los medios

La libertad de prensa en Turkmenistán es prácticamente nula. El gobierno controla todos los medios, y los pocos independientes enfrentan censura o clausura. Ruslan Myatiev, director de Turkmen.news, un medio con sede en Holanda, relata: “Nuestra web fue bloqueada un día después de su lanzamiento. Muchos de mis periodistas han sido encarcelados con cargos falsos”. Su corresponsal, Nurgeldi Halykov, fue liberado tras cumplir cuatro años de prisión, señala un artículo del periódico La Nación de Argentina.

Human Rights Watch destaca que el gobierno no reconoce problemas como la pobreza o la inseguridad alimentaria, mientras ejerce un control estricto sobre la información. Las redes sociales globales están bloqueadas, y el Estado monitorea las comunicaciones a través de plataformas propias.

Atractivos turísticos bajo vigilancia

La Puerta del Infierno es un cráter de gas natural que colapsó en 1971 y fue incendiado para evitar emisiones tóxicas. Sigue ardiendo hoy.
La Puerta del Infierno es un cráter de gas natural que colapsó en 1971 y fue incendiado para evitar emisiones tóxicas. Sigue ardiendo hoy.

A pesar de su aislamiento, Turkmenistán atrae a algunos turistas por su singularidad. Uno de sus mayores atractivos es “La Puerta del Infierno”, un cráter en el desierto de Karakum que arde desde 1971 tras un accidente de prospección de gas soviético. Sin embargo, los visitantes enfrentan estrictas regulaciones, como la prohibición de interactuar libremente con locales o visitar sus hogares, lo que refuerza la imagen de una “burbuja” creada para el turismo.

Turkmenistán posee la cuarta mayor reserva de gas natural del mundo, un recurso que le otorga relevancia geopolítica. Sin embargo, esta riqueza no se traduce en bienestar para sus ciudadanos, quienes viven bajo un régimen que prioriza el culto a la personalidad y el control estatal sobre las libertades individuales.  (10)

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