Taxista quiere conocer a sus padres biológicos



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“Quiero abrazar a mi mamá”, dice el taxista Carlos Alfonso Llumipanta Tipán, a sus 38 años de edad.

Aunque no la conoce, ni su nombre, él quiere verla y decirle cosas bonitas.

El hombre vive en Santo Domingo, donde trabaja como taxista, y desde hace siete años decidió poner una denuncia de búsqueda de sus padres biológicos, de quienes no tiene recuerdo alguno.

Carlos tenía cuatro años de edad cuando dos señoras, se cree que eran su madre y su abuela, lo llevaron al hospital Gustavo Domínguez por una anemia aguda.

Fue necesario internarlo, cuando los médicos enviaron a comprar una receta a sus supuestos familiares, estos no volvieron más.

El pequeño mejoraba y pasaba por los pasillos de la casa de salud; una doctora fue quien lo atendió y ella decidió llevarlo a su casa, para cuidarlo, durante un mes.

“Apenas recuerdo que estaba en la casa de la doctora, jugando con sus hijos, y de pronto me vi en otra casa”, relata el hombre. Era el momento en que su vida cambiaba.

Aquella nueva casa era de una pareja que no podía  tener hijos y lo adoptó; el proceso empezó luego de que la doctora que atendió a Carlos pidió el debido trámite al gerente del hospital, en ese entonces el propio Gustavo Domínguez.

En esa nueva casa creció, conoció el ambiente de una familia junto a sus padres adoptivos, los Llumipanta, se educó hasta que fue adulto y formó su propio hogar.

Ahora tiene cuatro hijos.
La ‘espinita’ de saber quién fue su madre empezó luego de un hecho eventual: su mamá adoptiva le reveló ‘sin querer’ la verdad. Tenía ocho años de edad y empezó a tener la necesidad que hasta hoy la tiene y lucha por suplirla.

Sus padres adoptivos fallecieron; primero su papá, hace 21 años, y tres años después, su madre.

Con la denuncia, hace siete años, empezaron labores de búsqueda desde la Dinased. La oficial Emma Yépez tomó el caso hace cuatro años y las cosas han avanzado; sin embargo, no han podido dar con los resultados. Han buscado en el hospital, Registro Civil y hasta le han hecho muestras de ADN para cotejar con fallecidos no identificados.

No sabe siquiera de qué ciudad es oriundo, “pero ecuatoriano sí soy”, afirma entre risas. La única referencia que tienen es un apellido: Masache.

Con ese apellido es que se cree ingresó al hospital, es lo que les ha contado la doctora que lo vio de niño. Pero en la casa de salud no hay registro alguno.

Acudieron al Registro Civil, y les dijeron que en 1988 hay muchos Masache inscritos. “Es como buscar una aguja en un pajar”, expresa la agente.

A pesar de esto, él no pierde las esperanzas de abrazar a su mamá.



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