El Papa León XIV es aficionado al tenis, a la lectura, a pasar tiempo al aire libre y compartirlo con amigos. «Me gusta mucho leer, dar largos paseos, viajar, conocer sitios nuevos y disfrutar del campo en un entorno diferente», explicaba el entonces obispo Robert Prevost en una entrevista concedida a la Orden de San Agustín, de la que forma parte, antes de ser creado cardenal por el Papa Francisco en septiembre de 2023.
Al ser preguntado sobre qué le gusta hacer cuando tiene un hueco libre, el ahora Pontífice confesaba: «Me considero un tenista aficionado. Desde que salí de Perú he tenido pocas ocasiones de practicarlo así que tengo muchas ganas de volver a la pista».
Le gusta hacer nuevos amigos
También aseguraba disfrutar relajándose con amigos y «conociendo a gente tan variopinta de cuyos dones» aprende y aprecia «sobremanera«. «Como agustino, tener una comunidad rica, que se construya sobre esa capacidad de compartir lo que nos acontece con los demás, de estar abierto al otro, ha sido uno de los grandes regalos que me han sido dados en esta vida», señalaba, para después añadir que «tener la capacidad de desarrollar amistades auténticas en la vida es hermoso».
En enero de 2023, el Papa Francisco le nombraba como Prefecto al frente del Dicasterio para los obispos. Respecto a cómo acogió la noticia, Robert Prevost aseguraba que fue «toda una sorpresa» que Francisco pensara en él y que le dijo que decidiera lo que decidiera finalmente sería «feliz» y aceptaría. «Esto se debe a mi voto de obediencia. Siempre he hecho lo que se me ha pedido, ya sea en la Orden o en la Iglesia», apuntaba.
Robert Prevost también explicaba cómo era el día a día dentro del Dicasterio y aclaraba que su trabajo era ayudar en el «proceso de identificación, de selección de buenos candidatos a obispos en distintas partes del mundo». Por otro lado, indicaba que una de las tareas principales del Prefecto es «acompañar a los obispos, a aquellos hombres que son ordenados al episcopado, a medida que, como sacerdotes, adquieren experiencia y avanzan en el camino del Señor».
Habilidades que tiene que tener un buen obispo
Respecto a qué es necesario para ser un buen obispo, Prevost afirmaba: «el obispo tiene que tener muchas habilidades. Tiene que saber gobernar, administrar, organizar y saber estar en el trato con la gente. Pero, si tuviera que señalar un rasgo por encima de cualquier otro, es que tiene que proclamar a Jesucristo y vivir la fe para que los fieles vean en su testimonio un aliciente para querer formar parte cada vez más activa de la Iglesia que el mismo Jesucristo fundó. En definitiva, ayudar a la gente a conocer a Cristo a través de ese don que es la fe».
A pocas horas de ser creado cardenal, Prevost hablaba de los principales retos de la Iglesia para extender el Evangelio en la sociedad. «Hay muchas culturas diferentes, muchas lenguas diferentes, muchas circunstancias diferentes en todo el mundo donde la Iglesia da respuesta», detallaba.
Las prioridades de León XIV
Por ello, a la hora de enumerar las prioridades y evaluar los retos, a su juicio, hay que saber que «las urgencias de Italia, España, Estados Unidos, Perú o China, por ejemplo, es más que probable que no sean las mismas salvo en una cosa: el reto subyacente que Cristo dejó a los católicos de predicar el Evangelio y que éste sea el mismo en todas partes».
«Las prioridades del trabajo pastoral van a ser siempre distintas en un sitio u otro, pero reconocer la gran riqueza en la diversidad del Pueblo de Dios es tremendamente útil porque nos hace más sensibles a la hora de llegar mejor y responder a lo que se espera de nosotros», puntualizaba.
Sobre cómo se puede llevar a cabo la tarea de la «Nueva Evangelización«, el ahora Papa León XIV sostenía que la prioridad «no puede ser buscar vocaciones». «Nuestra prioridad tiene que ser vivir la buena noticia, vivir el Evangelio, compartir el entusiasmo que puede nacer en nuestros corazones y en nuestras vidas cuando descubrimos realmente quién es Jesucristo«, aseguraba.
La «preocupación» por las vocaciones
Prevost reconocía que «en algunas partes del mundo ahora mismo, por razones de diversa índole, hay menos vocaciones que en el pasado». «Es una preocupación, claro, pero no creo que sea la principal», señalaba, al tiempo que añadía: «si aprendemos a vivir mejor nuestra fe y aprendemos a invitar e incluir a los demás en la vida de la Iglesia, especialmente a los jóvenes, seguirá habiendo algunas vocaciones que vendrán a nosotros».
Asimismo, el nuevo Pontífice defendía la necesidad de «ver al laico como laico». «Es uno de los muchos regalos que nos ha ido dando el tiempo a lo largo de los últimos años: descubrir que tienen un papel muy importante en la Iglesia», remachaba.
Desde su punto de vista, «el testimonio de la vida religiosa, aunque será menor en número en el futuro, tiene un valor capital por lo que implica vivir esa dimensión de consagración, de entrega total de la propia vida al Señor y al servicio de los demás». «El sacerdocio tiene y seguirá teniendo un papel muy importante en la vida de la Iglesia y de todos los creyentes», agregaba.
El reto del León XIV
Armonizar la unidad en la diversidad era para Prevost un reto, «especialmente cuando la polarización se ha convertido en la forma de operar en una sociedad que, en lugar de buscar la unidad como principio fundamental, va de un extremo a otro». Señalaba también que «algunos malinterpretarán la unidad como uniformidad»: «Esto no puede ser. Como tampoco se puede entender la diversidad como una forma de vivir sin criterios ni orden»
A los seminaristas que están en su periodo formativo y que pudieran experimentar algún momento de flaqueza o dudas en su discernimiento vocacional, Prevost les dice: «El Señor llama y su llamada es verdadera. No tengáis miedo de decir sí. No tengáis miedo de, al menos, abrir vuestros corazones y, si queréis, intentarlo para ver si el Señor os llama a la vida religiosa, a la vida agustiniana o al sacerdocio, o a otras formas de servicio en la Iglesia».
Recordaba, entonces, cuando era novicio y un fraile mayor que les visitaba «simplemente dijo una palabra que «todavía» le resonaba: «perseverad«. «Hay que rezar por esa perseverancia porque ninguno de nosotros está exento de momentos difíciles, tanto si estamos casados, solteros o como agustinos. No podemos rendirnos ante la primera dificultad porque de lo contrario, y esto es importante, nunca llegaré a ninguna parte en la vida. La perseverancia es un gran don que el Señor está dispuesto a ofrecernos. Pero tenemos que aprender a acogerlo y hacerlo vida, a ser fuertes», aseguraba León XIV.