Las entregas a domicilio, un trabajo de riesgo para los motociclistas



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Desde hace tres meses Paola Urbaneja conoce los riesgos que demanda hacer el trabajo de “motomandado”.
Es que el servicio de entrega a domicilio (delivery) se ha tornado otra vez fundamental como lo fue a inicios de la pandemia del COVID-19 en marzo del 2020.
Esta demanda es la que ha dado paso a que muchos como Paola actualmente no se den abasto para cumplir con los requerimientos de sus clientes.
Paola es venezolana y llegó a Manta el pasado 18 de junio, por lo que ante la falta de trabajo que se generó a raíz de la pandemia no le quedó más que  optar por este riesgoso empleo.

“Entregar pedidos de comida a tiempo significa un riesgo grande, pues uno tiene que llegar a la hora para que la comida no se enfríe y entregarla lo más caliente posible”, manifestó.
Paola, quien trabajaba para la aplicación Pedidosya, anteriormente conocida como Glovo y que funciona en ciudades como Manta, Montecristi y Portoviejo.

De acuerdo a las leyes de tránsito locales la velocidad máxima permitida para un motorizado es circular a 60 kilómetros por hora.
Pero Paola reconoce que esto -a veces y para la mayoría de trabajadores que hacen entregas es casi imposible cumplir.

Admite que suelen acelerar un poco más para poder llegar a tiempo y mucho más si el pedido se retira en un sitio que sea en el centro de la ciudad y debe ser entregado en las afueras de Manta o en Montecristi, incluso. “Obviamente, yo tengo que ‘volar’ como quien dice”, señala.
Los accidentes son una constante para estas personas que entregan pedidos a domicilio.

En estos primeros tres meses de trabajo Paola ya supo las consecuencias del exceso de velocidad.
“Justo cuatro días después de empezar a trabajar, yo iba en el carril derecho de la vía a San Mateo y había un carro en el carril izquierdo cuyo chofer estaba tomado y aceleró e invadió mi carril; para evitar el choque lo que hice fue lanzar la moto y me accidenté”. contó.

Sin embargo, agrega que en el centro de Manta los inconvenientes más evidentes han sido ocasionados por los buses de transporte urbano, porque ellos no respetan las señalizaciones como pares, cruces y semáforos, señaló.

Artur Vera, representante de Flashcar Express y Point Delivery, dos asociaciones que agrupan a “motomandados”, manifiesta que en las calles y avenidas del centro de la ciudad la velocidad permitida está entre 30 a 35 kilómetros por hora, pero en las vías intercantonales se puede rodar entre 70/80 kilómetros.
Sin embargo, Vera reconoce  que los motociclistas contratados para la entrega suelen sobrepasarse y esto se da porque en los restaurantes se los presiona para que lleguen a tiempo, porque los clientes podrían, incluso, cancelar la comida y no recibirla.

En Flashcar Express hay aproximadamente 16 unidades y en Point, nueve.
La carrera mínima va desde $1.50 a $2.50, precios por distancias y por hora.
En Manta, solo en el centro hay un promedio de 130 restaurantes, muchos trabajan con repartidores privados.
Para Vera la velocidad permitida depende de cada calle. Según él, la avenida 4 de Noviembre es la más peligrosa los días lunes, martes y miércoles en horas “pico” o de congestión.
Mientras que los sectores más inseguros por la delincuencia son Cuba, 20 de Mayo y 15 de Abril, dijo.

Daniel Arévalo, director de PedidosYa, destacó que el servicio de entrega a domicilio ha sido muy importante durante la pandemia.

Otro riesgo para los “motomandados” es la misma enfermedad del COVID-19.
En esta época de pandemia los motociclistas de las compañías que dan servicio a clientes y pacientes covid prefieren trabajar con transferencias bancarias para evitar el contacto del motorizado con el cliente al momento de la entrega.

Julio Levi Simoza (40) es otro venezolano, dedicado a esta actividad.
Está en Manta desde el 2017, pero desde la pandemia se hizo repartidor.
De acuerdo a su registro logra un promedio de 7 pedidos cada día.
Los más baratos le representan 1 dólar o 1,50 por unas dos o tres cuadras de recorrido. Mientras que por rodar 20 kilómetros le podría significar 6 dólares en adelante.

Hace una semana Julio también experimentó un accidente mientras trabajaba. “En una calle sin iluminación por el UPC de La Pradera no vi el reductor de velocidad, que tampoco estaba pintado, me distraje en el celular y no pude mantener la moto”, relató.

Por esa caída a Julio le cogieron un punto en su rodilla. Según él, la velocidad máxima permitida por las calles de Manta es 80 kilómetros por hora para las motos, pero ellos para cumplir el pedido aceleran la velocidad, reconoció.
Actualmente Julio trabaja de manera independiente. Empezó el oficio para la aplicación Parallevar, donde le asignaron una mochila y pudo captar clientes, pero renunció porque cada día le obligaban a ser más rápido de lo que él podía, expresó.



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