La escasez de agua ha definido la historia de Manta. Esta problemática inspiró la novela Sed en el Puerto de Othón Castillo, ambientada en las décadas de 1950 y 1960, que retrata la crisis social desencadenada por la falta de agua potable.
Hace un siglo, los habitantes transportaban agua en burros desde el cerro de Montecristi, a 12 kilómetros de distancia. Con el crecimiento urbano, Manta desarrolló sistemas de tuberías y acueductos, conectándose en las décadas de 1960 y 1970 a fuentes como el río Portoviejo y, posteriormente, a la represa de Poza Honda. Sin embargo, estas soluciones no han resuelto el problema de manera definitiva.
Los problemas para tener agua
Manta, una ciudad de más de 270,000 habitantes y motor económico de Manabí, enfrenta desafíos constantes de abastecimiento. En verano, los ríos presentan niveles bajos, mientras que en invierno, la turbidez y la palizada generadas por las lluvias dificultan la captación. Las frecuentes roturas de tuberías agravan la distribución. Además, el cantón carece de fuentes de agua dulce propias y depende de captaciones en cantones como Santa Ana (70 km), Rocafuerte (40 km) y Bolívar (100 km).
Actualmente, Manta requiere 120,000 metros cúbicos de agua diarios, pero solo produce 90,000 m³/día, provenientes de las plantas potabilizadoras El Ceibal (70,000 m³/día) y Colorado (20,000 m³/día). Frente a esta realidad, el municipio propone una solución: potabilizar el agua de mar para garantizar un suministro estable y reducir la dependencia de fuentes fluviales inestables.
Un proyecto de desaladora en la zona rural
Emilio Macías, Coordinador General de Infraestructura del municipio, destacó en una exposición ante estudiantes de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí que el primer paso ya está dado. Se han asegurado 5.2 millones de dólares para construir dos plantas desaladoras destinadas a abastecer de agua potable a las zonas rurales.
En estas áreas, las familias gastan hasta 40 USD mensuales en agua comprada a tanqueros, más del doble de los 15 USD que pagan las familias urbanas por agua entubada. Este proyecto busca cerrar la brecha de acceso y costos entre las zonas rural y urbana. Para el área urbana, el municipio impulsa un proyecto más ambicioso, con una inversión estimada de 30 millones de dólares.
Las autoridades han iniciado contactos con organismos españoles especializados en tecnología de desalinización, con el objetivo de implementar un sistema capaz de procesar hasta 120,000 metros cúbicos de agua diarios. Según Macías, la visión es que, a mediano plazo, Manta dependa del agua de mar como una fuente estable, sustentable y propia para satisfacer la creciente demanda del cantón.
Los costos de la potabilización
Potabilizar agua de mar es más costoso que los métodos actuales. En América Latina, como en México y Chile, el costo de la desalinización oscila entre 1 y 2 USD por metro cúbico, dependiendo del tamaño de la planta, los costos energéticos y las regulaciones ambientales. La ósmosis inversa, el método más común, requiere entre 3 y 6 kilovatio-hora por metro cúbico, y en países con electricidad cara, como muchos en la región, el costo energético puede representar hasta el 50% del total.
El manejo de la salmuera (residuos salinos) también incrementa los gastos, especialmente bajo regulaciones ambientales estrictas. Además, la inversión privada, aunque necesaria, puede encarecer el agua si los retornos esperados son altos.
En Manta, la Empresa Pública Aguas de Manta factura 1.2 millones de dólares mensuales, de los cuales recauda el 80%, según la Dirección de Comunicación del Municipio. De sus 58,000 usuarios, solo 6 de cada 10 pagan puntualmente. Producir un metro cúbico de agua cuesta 0.82 USD, pero los usuarios pagan en promedio 0.60 USD, generando un déficit. Aunque Manta tiene una de las tarifas de agua potable más bajas del país, la transición hacia la desalinización requerirá ajustes financieros y una gestión más eficiente.