En la cabina de su avión, Barry Seal era un as. A los 15 años ya surcaba los cielos como el piloto más joven de Estados Unidos. A los 16, obtuvo su licencia oficial. A los 26, comandaba un Boeing 707 como si hubiera nacido para ello. Pero lo que comenzó como una carrera brillante derivó en una leyenda oscura: acribillado a balazos a plena luz del día por sicarios del Cartel de Medellín. ¿Su delito? Volar demasiado cerca del sol, del poder y del dinero de la droga. Y traicionar a sus antiguos jefes: los narcos.
Seal no fue un simple piloto. Fue contrabandista, espía, millonario, informante de la CIA y, finalmente, un cadáver. Su historia es tan inverosímil que Hollywood tuvo que advertir: basada en hechos reales. A finales de los años 70, cuando la cocaína inundaba los cielos rumbo al norte, Seal cambió las rutas comerciales por los caminos clandestinos del narcotráfico. Primero transportó marihuana; luego, cocaína. Volaba desde Colombia, pasaba por Nicaragua y aterrizaba en el corazón de Estados Unidos.
El piloto que trabajó para Pablo Escobar
Sus patrones: el Cartel de Medellín, liderado por los hermanos Ochoa y Pablo Escobar, los titanes de la droga. Su tarifa: millones. Según el «Philadelphia Inquirer», su fortuna superó los 50 millones de dólares, escondidos en cuentas bancarias, propiedades y bolsas de lona enterradas en patios traseros. Pero Seal no era solo un criminal; era un oportunista. En 1983, tras ser arrestado en Florida y enfrentarse a años de prisión, aceptó una oferta irresistible: convertirse en informante de la DEA y la CIA. Era eso o la cárcel.
Equiparon su avión con cámaras, y él, como un paparazzi del narco, fotografió a Escobar y los Ochoa descargando cocaína junto a oficiales nicaragüenses. Era la prueba perfecta para vincular al Cartel con el gobierno sandinista, justo lo que el presidente Ronald Reagan necesitaba en plena Guerra Fría para desprestigiar al comunismo y justificar el apoyo financiero y militar a los “Contras”, la guerrilla contrarrevolucionaria nicaragüense.
El asesinato del ministro de Justicia colombiano, Rodrigo Lara Bonilla, en 1984, intensificó la cacería contra el Cartel de Medellín. Seal, cuya identidad fue revelada en un discurso televisado de Reagan que mostró sus fotos, quedó al descubierto. Convertido en paria tanto para la mafia como para el gobierno, fue sentenciado en Estados Unidos a presentarse diariamente en un centro de rehabilitación.
La película con Tom Cruise
Sin escoltas. Sin protección. Sin escapatoria. El 19 de febrero de 1986, tres sicarios lo esperaban. Cuando Seal bajó de su Cadillac, lo ejecutaron con una ráfaga que no dejó dudas: era una sentencia del Cartel. Ni la muerte pudo borrar su mito. Su vida se convirtió en la película«American Made» (2017), con Tom Cruise encarnando al piloto de sonrisa carismática y moral a la deriva. Cruise, piloto en la vida real, voló él mismo en las escenas, como ese hombre que vivió, voló y murió sin frenos.