La NASA, desde el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) en Pasadena, California, reactivó el 20 de marzo de 2025 los propulsores primarios de la sonda Voyager 1, inactivos por 20 años, para mantener su orientación y comunicación con la Tierra, preservando la misión más longeva de exploración espacial iniciada en 1977.
Las sondas Voyager 1 y 2, lanzadas en 1977, son las únicas naves que han alcanzado el espacio interestelar. La Voyager 1, a 25.000 millones de kilómetros de la Tierra, cruzó la heliosfera en 2012, entrando en una región donde el viento solar interactúa con el medio interestelar. Su misión, originalmente diseñada para explorar Júpiter y Saturno, superó las expectativas al operar durante 46 años.
Cada sonda depende de generadores termoeléctricos de radioisótopos (RTG), que generan energía a partir de la desintegración de plutonio. Sin embargo, esta fuente pierde un 4% de capacidad anual, obligando a los ingenieros a apagar instrumentos no esenciales para priorizar funciones críticas, como la comunicación con la Tierra.
La NASA y una solución contra el tiempo
En enero de 2024, la NASA detectó un problema en los propulsores de alabeo de respaldo de Voyager 1, esenciales para mantener la antena alineada con la Tierra. Los conductos, obstruidos por residuos de hidracina, amenazaban con interrumpir la transmisión de datos.
Los propulsores de alabeo originales, inactivos desde 2004 debido a un fallo en sus calentadores, eran la única alternativa viable. Los ingenieros del JPL plantearon que una perturbación eléctrica pudo haber desactivado un interruptor en el sistema de energía. Restaurarlo implicaba riesgos: una activación incorrecta podía dañar los propulsores o desorientar la nave, perdiendo su rastreador estelar, que usa una estrella guía para estabilizar la orientación.
El equipo enfrentó una presión adicional: la antena de 70 metros en Canberra, Australia, la única capaz de enviar comandos a Voyager 1, estaría inactiva desde el 4 de mayo de 2025 hasta febrero de 2026 por mantenimiento. Esto dejaba una ventana crítica para ejecutar la maniobra.
Tras enviar comandos desde la Tierra, los ingenieros esperaron 23 horas para recibir la respuesta debido a la distancia. El 20 de marzo de 2025, la señal confirmó el éxito: los calentadores y propulsores primarios funcionaban, restableciendo la orientación de la nave.
Un legado cósmico Ininterrumpido
El rescate permitió a Voyager 1 continuar enviando datos sobre partículas, campos magnéticos y radiación desde el espacio interestelar, un entorno único que ninguna otra nave ha explorado. La sonda, viajando a 56.000 km/h, lleva un disco de oro con imágenes, sonidos y saludos de la Tierra, diseñado para durar mil millones de años como un mensaje para posibles civilizaciones extraterrestres.
Desde su lanzamiento, Voyager 1 proporcionó hitos científicos, como las primeras imágenes detalladas de Júpiter, Saturno, y el descubrimiento de volcanes en Ío. A pesar de su tecnología obsoleta —con 3 millones de veces menos memoria que un smartphone moderno y transmisiones 38.000 veces más lentas que una conexión 5G—, su diseño robusto ha permitido superar fallos previos, como un chip defectuoso en 2023, resuelto con reprogramación remota.
Desafíos futuros
La disminución de energía de los RTG sigue siendo el mayor desafío. Cada decisión, desde apagar instrumentos hasta ajustar propulsores, implica un equilibrio para maximizar la vida útil de la misión. Los ingenieros estiman que Voyager 1 podría operar hasta 2030, cuando la energía será insuficiente para funciones críticas.
Por ahora, la NASA celebra este logro como una prueba de la ingeniosidad humana. “Fue un momento glorioso”, dijo Todd Barber, jefe de propulsión del JPL. La misión Voyager continúa siendo un referente de exploración espacial, demostrando que incluso a miles de millones de kilómetros, la perseverancia técnica puede extender los límites del conocimiento. (10)