“Ahora me arrepiento de no haber aprendido más inglés”, dice Ivanny Basurto, con ese acento suave que permanece intacto después de vivir ocho meses en Carolina del Norte.
En Charlotte, la ciudad donde reside, hay diversas opciones para aprender el idioma, tanto gratuitas como pagadas. Central Piedmont Community College (CPCC) y organizaciones como Calvary Church e International House ofrecen clases para adultos, aunque hay programas más intensivos con clases grupales o personalizadas, presenciales o en línea.
“El inglés abre muchísimas puertas (…) Y yo no me puedo comunicar muy bien. Puedo pedir en una tienda, puedo responder a veces preguntas que entiendo, pero no puedo tener una conversación fluida”, confiesa Ivanny, de 25 años.
Un salto inesperado desde Calceta
Esta migrante es oriunda de Calceta, Manabí, y llegó a Charlotte acompañada de su padre. En Ecuador dejó su título de licenciada en Administración Pública colgado en una pared, su pequeño negocio de comida rápida y a su mamá con dos hermanitos.
“Nunca esperé yo venirme para acá”, dice. “Si hubiera sabido, me hubiera enfocado en el inglés”. El idioma fue el primer muro. Y el segundo, más grande, fue ver cómo sus estudios no le servían de nada.
Ivanny Basurto pasó de los libros a los paneles solares
“Yo en Ecuador sí estudié, soy licenciada en Administración Pública, pero no (…) Nada que ver con los paneles solares. Aquí el título no vale nada. Aquí lo que vale es el ‘sí puedo’”, afirma esta migrante.
Y ese “sí puedo” la llevó a conseguir trabajo a poco tiempo de llegar. Al principio limpiaba casas. Luego entró como ayudante en instalaciones eléctricas. No sabía nada, pero aprendió. “A uno le dicen: ¿tú sabes conectar un cable? Así uno no pueda, uno tiene que decir ‘sí puedo’ y ver la forma de preguntar e investigar, incluyendo en la web”, dijo Ivanny Basurto.
Su trabajo la lleva fuera de la ciudad, a proyectos en el campo. Dentro de poco viajará a Misuri, a 18 horas de distancia. Allá el pago es mejor, cuenta esta migrante oriunda de Calceta, Bolívar, en Manabí.
El costo humano del sueño americano para un migrante
“Yo me levanto a las cinco de la mañana y me acuesto a dormir máximo a las nueve de la noche. Porque uno llega cansado de su trabajo… el sueño americano es ese: uno tiene ese sueño, pero la vida se le va trabajando”, recalca.
No se queja, pero se le nota el peso. “En ocho meses que llevo en Estados Unidos he logrado mucho… lo que no logré en Ecuador durante 24 años ”, cuenta. Tiene un carro propio, paga la renta de su apartamento y envía alguna plata a su familia en Manabí.
“El tema de migrar es una decisión muy fuerte para cualquiera. Uno tiene que separarse de su familia. Gracias a Dios, yo estoy acompañada de mi papá, mi pareja y su hermano. Mi papá ya tenía dos años acá, y él pudo sembrar frutos, hacer amistades, y tener un sitio donde ahora nosotros podemos estar”, narra la migrante.
Ansiedad, fe y resistencia emocional
Pero el miedo ha estado presente. “Cuando comenzaron las deportaciones masivas, a mí me dio ansiedad. Yo tenía que tomar melatonina… veía un policía y sentía que a mí me agarraban y que me iban a deportar”, amplía.
Su refugio ha sido la fe. “Cuando me levanto, me persigno. Doy gracias a Dios por un día más de vida”. Ahora, con el idioma en pleno ascenso y una nueva vida en construcción, Ivanny sueña en grande. “Me veo hablando inglés, me veo con una casa, con un hijo. A mis 28 o 29 años, cuando Dios quiera”.
Sabe que en este país no basta con títulos ni rezos. Hay que aprender todo de nuevo, desde cómo pedir una dirección hasta cómo conectar un panel solar. A veces, desde lejos, mira su vida como quien repasa una película. “Acá uno se termina de formar, uno termina de crecer… los golpes de la vida te hacen madurar”. Y aunque todavía tiene la voz suave de una chica joven, ya habla como una mujer que supo sobrevivir a sus propias decisiones.
Consejos desde la experiencia de una migrante
— ¿Qué mensaje le darías a alguien que está por migrar?
“Les diría que no se rindan. Que si uno está enfocado en sus sueños, todo se acomoda. Siempre hay que confiar en Dios. Si uno obra bien, las cosas buenas llegan”.
— ¿Sientes que te has convertido en una mujer distinta desde que eres migrante?
“Sí. La vida me obligó a madurar rápido. Siempre quise ayudar a mis padres y trabajar. Pero aquí es diferente. Acá uno realmente se forma, se enfrenta a golpes duros. Eso te hace crecer.”
— ¿A quién extrañas más?
“A mi mamá. Ella está en Calceta, junto con mis dos hermanitos. Todos los días, al levantarme, me persigno y le agradezco a Dios por un día más. Al acostarme, también doy gracias. Mi mamá siempre me manda oraciones por WhatsApp.”
Algunos datos clave para acceder a cursos gratuitos de inglés
-
Inscripción: Casi todos los programas requieren un examen de nivelación y prueba de residencia.
-
Flexibilidad: Hay opciones en la mañana, noche y en línea.
-
Apoyo adicional: Algunos centros como Guilford Tech ofrecen cuidado infantil durante las clases.
-
Cercanía: Si está en Charlotte, Raleigh, Cary o Mooresville, puede contactar a los centros locales o bibliotecas. (36)