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Bibi dio a luz hace unos meses a dos mellizos en Afganistán. Tenía ya seis hijos y la asfixiante crisis le impedían a ella y a su marido asumir otra dos bocas más a alimentar, por lo que el matrimonio se vio obligado a renunciar a uno de los dos bebés, al que entregaron a otra familia.

“No tenemos nada, entonces, ¿cómo podría cuidar de ellos?”, cuenta Bibi, de 40 años, a la ONG Save the Children. “Sufrí por tener que separarlos. Fue una (decisión) muy difícil, más de lo que podrían imaginar”, asegura esta mujer al recordar el momento en el que dio a uno sus mellizos a una pareja sin hijos.

La intención de Bibi y de su marido, Mohamed, era regalar al bebé, pero al final recibieron una pequeña suma de dinero: “No podía pagar la leche, la comida o los medicamentos. Con ese dinero podría comprar comida durante medio año”.

La historia de esta familia, que se vio obligada a abandonar su granja y, por tanto, su sustento hace siete años, evidencia la falta extrema de recursos económicos de numerosas familias en un país que tendrá en 2022 a más del 97 por ciento de su población por debajo del umbral de la pobreza.

Mohamed apenas trabaja y, si lo hace, el sueldo de una jornada no cubre ni dos días de gasto familiar, por lo que el hijo mayor, Hamdsat, de doce años, trabaja en el mercado empujando carros.

“Lo que más necesitamos es harina y aceite, que no tenemos. También es bueno tener leña. No he podido permitirme comprar carne en los últimos dos o tres meses. Solo tenemos pan para los niños, pero no siempre hay”, explica Mohamed.

La crisis alimentaria ha alcanzado niveles sin precedentes y 3,2 millones de niños menores de cinco años sufrirán en las próximas semanas desnutrición aguda, lo que implica un riesgo grave de muerte, razón por la cual la decisión de Bibi y Mohamed no es única.

“DÉJALA MORIR”

Save the Children también ha tenido constancia del caso de Fatima, presionada por su propia familia para abandonar a uno de sus dos mellizos, que ahora tienen 18 meses y están enfermos. Pese a que uno de ellos sufre desnutrición severa y a que Fatima asume que, como madre soltera, no puede hacer frente a los gastos, no quería renunciar a él.

“Mi esposo no nos envía dinero. ‘Déjala morir’ (dice él). Todo el mundo me decía que me la compraban, pero no la abandoné. Tengo muchas esperanzas de que mis hijos estén sanos en el futuro”, confía.

Para la directora interina de país Save the Children en Afganistán, Nora Hassanien, es “absolutamente desgarrador” que las familias afganas se hayan visto abocadas a medidas tan “extremas y desesperadas” para poder sobrevivir.

La situación amenaza con empeorar en las próximas semanas debido a la caída de las temperaturas, que se situarán por debajo del umbral de congelación. “Miles de familias no podrán pagar el combustible para mantenerse calientes este invierno, lo que pondrá a los niños y las niñas en riesgo de enfermar o incluso de morir”, ha advertido Hassanien.

Save the Children ofrece ayuda de emergencia a familias como las de Bibi y Fatima, pero llama a la comunidad internacional a actuar ya para evitar que siga empeorando la crisis humanitaria. Lamenta que la ayuda se vea obstaculizada por las sanciones adoptadas contra los talibán y reclama “exenciones urgentes” para salvar vidas.