El presidente Jair Bolsonaro y el exgobernante Luiz Inácio Lula da Silva escarbaron en el pasado este viernes para desgastar a su respectivo contrincante en el último debate de cara a las elecciones de Brasil del próximo domingo.
El debate tuvo un tono áspero, duro y se centró más en los ataques cruzados por los supuestos fallos de los respectivos Gobiernos que encabezaron ambos candidatos, que en propuestas a futuro.
La tensión en el ambiente de los estudios de la televisión Globo, la de mayor audiencia en el país, se sintió desde los primeros minutos, cuando Bolsonaro invitó a Lula a quedarse a su lado durante una réplica y el exmandatario, con un gesto de desaire, dijo que no quería estar cerca de él.
El combate dialéctico mostró a dos candidatos más preparados que en debates anteriores, que acudieron al plató después de haber limado los errores del último cara a cara entre ambos y este viernes dieron respuestas mucho más calculadas a los temas más espinosos.
La estrategia de Bolsonaro se basó en acusar repetidamente a Lula de mentir durante la campaña electoral y también, en reprocharle los escándalos de corrupción que empañaron su Gobierno (2003-2010) y el de su correligionaria Dilma Rousseff.
Para responder a las provocaciones de Bolsonaro, Lula se dirigió tres veces al espectador para “pedir disculpas” por la falta de propuestas en un debate donde la palabra “mentira” fue protagonista, e incluso se habló de Viagra.
Ello, después de que Lula cuestionó la compra en grandes cantidades del medicamento usado para tratar la disfunción eréctil por parte de las Fuerzas Armadas brasileñas durante el Gobierno del líder ultraderechista.
HAMBRE Y PANDEMIA
Lula echó en cara a su rival principalmente el empobrecimiento de la población en los últimos cuatro años y la cuestionada gestión de la pandemia por parte de Bolsonaro, que llevó a Brasil a sufrir 690.000 muertos por la covid-19.
“Algún día usted tendrá que pagar por las cerca de 300 mil personas que murieron por el atraso en el proceso de inmunización contra el Covid-19 en Brasil”, achacó Lula a Bolsonaro, recordando que atrasó la decisión de compra de vacunas y se resistió a reconocer la gravedad de la enfermedad.
Tirando de ironía, Bolsonaro le espetó que si consiguió vacunarse fue porque él compró vacunas, diciéndole que debería agradecerle por ello.
LA POLÍTICA DE ARMAS
El momento más caldeado del debate, probablemente, giró en torno a la detención el pasado domingo del exdiputado Roberto Jefferson, un aliado de Bolsonaro que lazó granadas y disparó decenas de tiros de fusil contra los policías que trataban de arrestarlo.
Lula aprovechó ese tema para cuestionar la política de liberación de ventas de armas que promueve el líder de la ultraderecha, asegurando que “quien se beneficia de esa política es el crimen organizado”.
Bolsonaro usó el tema de la seguridad para sugerir que Lula visitó una favela de Río de Janeiro para hacer un mitin “con el permiso del narcotráfico”, una idea que el equipo del actual jefe de Estado ha repetido incontables veces durante la campaña.
Lula recogió el guante y lució de ser “el único jefe de Estado con moral de entrar en una favela”, para encontrarse con la “gente extraordinaria” que vive en las zonas pobres.
LA “RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS” CONTRA VALORES TRADICIONALES
En su minuto final, Lula pidió el voto para “restablecer la armonía” en el país, asegurando que Brasil “probablemente” vivió su mejor momento durante su gestión.
“No había odio. La cultura funcionaba, la educación funcionaba, el salario aumentaba…. podemos reconstruir este país”, dijo Lula.
Bolsonaro aprovechó su alegato final para defender los valores más conservadores, afirmando que sus adversarios defienden la liberación de las drogas y la legalización del aborto, algo que el propio Lula negó durante el debate.
El mandatario concluyó repitiendo su lema de campaña “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
Lula llega a la segunda vuelta como candidato más votado en la primera ronda, con el 48,4 % obtenido el pasado 2 de octubre frente al 43,2 % que recibió Bolsonaro.
Los sondeos de intención de voto señalan que esa diferencia se mantiene sin cambios, con entre cuatro y siete puntos de diferencia sobre el actual mandatario.