Pese a un consenso cada vez más amplio sobre la necesidad de reducir el consumo de carne para proteger la biodiversidad y el clima, los países europeos aún no están tomando medidas para impulsar ese cambio, que los más jóvenes si parecen apoyar, según el informe “Atlas de la Carne 2021” publicado este martes.
El documento, elaborado conjuntamente por Friends of the Earth Europe, la fundación alemana Heinrich Bööll Stiftung y la ONG Bund füür Umwelt und Naturschutz (Federación para el Medioambiente y la Conservación) pasa revista al impacto de la producción y el consumo de carne, a las alternativas a ese producto y a la manera de modificar los hábitos alimenticios.
ATLAS DE LA CARNE 2021. Si la tendencia actual continúa, la producción de carne aumentará en 40 millones de toneladas de aquí a 2029, alcanzando los 366 millones de toneladas anuales, indicó hoy en la rueda de prensa de presentación del informe Christine Chemnitz, de la fundación Heinrich Bööll Stiftung.
El impacto sobre el medioambiente preocupa, teniendo en cuenta que la producción industrial de ganado y el cultivo de soja para fabricar piensos figuran entre los principales factores causantes de la deforestación.
“Ningún país del mundo tiene una estrategia para reducir la producción o el consumo de carne”, lamentó Chemnitz.
El informe considera necesario reducir al menos en una cuarta parte la producción y el consumo de productos animales (carne, leche y huevos).
“No se trata de dejar de comer carne, sino de comer menos y mejor”, subrayó la misma experta.
SITUACIÓN EN LA UE. Los patrones actuales de consumo de carne en Europa son insostenibles en términos de salud y medio ambiente, dice el informe.
Según el Atlas de la Carne 2021, la UE no ha adoptado de momento la acción política necesaria para la transición hacia un modelo de producción y consumo de carne más sostenible.
“Ni la Política Agrícola Común (PAC), ni la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’ son suficientes para resolver el problema”, señaló hoy por su parte en rueda de prensa Stanka Becheva, de “Friends of the Earth Europe”.
Un asunto que preocupa en particular es el acuerdo de libre comercio con Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), firmado en 2019 pero aún no ratificado.
Ese pacto, dice el documento, “aumentaría la producción de carne y la deforestación y la violación de derechos humanos en Sudamérica”.
CAMBIO DE TENDENCIAS. Hoy en día, en la UE, los españoles son los que más carne comen según el informe, seguidos de los portugueses y los alemanes, mientras que los eslovacos y los búlgaros están en el extremo opuesto.
Hay pocos datos fiables sobre el número de vegetarianos, veganos y flexitarianos (vegetarianos flexibles que en ocasiones comen carne) en Europa, aunque parece que las cifras están aumentando.
En general, dice el estudio, los adultos jóvenes parecen están dispuestos a emprender el camino del cambio hacia unas dietas más sostenibles.
Como ejemplo recoge una encuesta llevada a cabo por la Universidad de Göttingen en Alemania el pasado año entre jóvenes de 15 a 29 años, que muestra que renunciar a la carne es una tendencia.
El 70 % de los encuestados dijo estar en contra de la producción industrial de carne en Alemania y dispuesto a pagar más por la carne procedente de animales criados según estándares de bienestar animal.
Aproximadamente el 10,4 % seguía dietas vegetarianas y un 2,3 % eran veganos.
Aunque son datos de un solo estado miembro, según Christine Chemnitz la tendencia se podría extrapolar a otros países de la UE.
ALTERNATIVAS. La “carne” de origen vegetal se ha consolidado en los últimos años como alternativa cada vez más potente, con un destacado crecimiento de mercado, mientras que la producida en laboratorio, en la que trabajan de momento pequeñas empresas innovadoras, no se encuentra aún en los supermercados.
Los sustitutos de la carne a base de plantas son en general mucho más respetuosos con el medioambiente (su producción implica la emisión de menos de gases de efecto invernadero y requieren menos agua y tierra), dice el documento, que matiza no obstante que suelen ser alimentos altamente procesados y que contienen muchos aditivos.
Por su parte, la carne producida en laboratorio podría ayudar a reducir la cantidad de animales criados, pero de momento no está del todo claro si los beneficios estarán a la altura de las expectativas en materia de sostenibilidad.