Wole Soyinka, el primer africano y el primer escritor negro en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1986, considera a Donald Trump “un asesino de masas” por su actuación ante la pandemia y advierte de que el “peligro” que supone el expresidente norteamericano “todavía existe”.
Tras casi cincuenta años sin publicar ficción, Wole Soyinka (Abeokuta, Nigeria, 1934) vuelve a la novela con “Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra” publicada en español por Alfaguara, una obra en la que hace un llamamiento a movilizarse contra el abuso de poder y que ha presentado este martes en una rueda de prensa en Madrid.
“El poder no tolera la libertad”, ha asegurado el autor, que cree que el expresidente norteamericano “es uno de los jefes de Estado más peligrosos de toda la historia” y sostiene que no se puede hablar de la era “post Trump” porque tiene todavía muchísimos seguidores y sostiene que Estados Unidos “debe despertarse”.
El premio Nobel nigeriano de Literatura destruyó en diciembre de 2016 su tarjeta de residencia estadounidense cuando el republicano ganó las elecciones, y abandonó el país donde había vivido más de dos décadas.
Trump “estaba encargado de millones de personas cuando llegó la covid-19 y, según admitió en una entrevista, había sabido de la amenaza y el peligro que representaba antes y no hizo nada” porque “no quería alarmar a nadie”, ha señalado el autor nigeriano: “Y encima quiere volver al poder, cuando es el responsable como mínimo de la mitad de las muertes que ha habido en Estados Unidos por esta causa. Es un asesino de masas”, ha añadido.
Soyinka, autor de novelas, teatro y poesía, es activista político y estuvo dos veces encarcelado por sus críticas al gobierno nigeriano. Durante su cautiverio, aislado durante casi dos años, escribió sus memorias y parte de su poesía en papel higiénico, envueltas de tabaco y hojas de libros y ha declarado en muchas ocasiones que, durante aquellos tiempos terribles, conservó la vida y la cordura gracias a la escritura.
Y su reconocimiento como escritor con el Premio Nobel fue para él, ha recordado, un arma de doble filo. Porque en el Tercer Mundo, ha dicho, un galardón de ese nivel da cierta protección pero también las personas que ocupan el poder “sienten algo de rencor porque es una forma de escapar de su control porque existe un reconocimiento externo. Y eso es un riesgo en tu existencia diaria”.
Algo que le ocurrió a un amigo escritor suyo que fue ahorcado por un dictador nigeriano, ha rememorado: “fue una forma de desafiar a la presión internacional”. Y aunque cada momento es diferente, cuando él recibió el Nobel acabó escapándose en la parte trasera de una moto al año de que otro dictador llegara al poder, ha dicho.
“Me daba cuenta de que mi suerte se iba acabando y que al dictador le hubiera encantado irse a la tumba con un currículum que dijera que había podido ahorcar a un Premio Nobel de Literatura”, ha indicado Soyinka, que cree que ha sido su responsabilidad no perder su voz.
Aunque para él, lo peor del Premio Nobel fue perder el anonimato, una “pérdida terrible”, “una carga inmensa”, ha recalcado.
La concesión del último Nobel de Literatura 2021 al tanzano Adbulrazak Gurnah y el hecho de que escritores africanos hayan ganado también el Goncourt y el Booker le ha hecho muy feliz, ha indicado: “los lectores occidentales están empezando a entender y a darse cuenta de la gran riqueza artística del continente africano, y no hablo solo de literatura”.
Pero asegura que no cree que se deba a que “ya tocaba dar a un africano” premios como el Nobel: “no creo en el sistema de cuotas ni representaciones regionales. Es una actitud condescendiente” y sería para él terrible pensar que la Academia sueca actúe así.
Su nueva novela, “Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra”, es una sátira política sobre la corrupción en forma de novela de misterio en la que vuelve a denunciar los abusos del poder.
Un poder que, ha asegurado, no entiende la ironía que utiliza en su literatura: “con esas personas que están en el poder hay que ser muy directo y muy brutal”. EFE