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El mejor homenaje a la ciudad, a sus habitantes, a los que viven y trabajan aquí, a los que cada día, a pesar de padecer tanto, se esfuerzan por mantener un negocio, por ofrecer servicios, por generar empleo sin importar sacrificios, es,  sencillamente,  dictar medidas para que la gente de aquí,  de la ciudad, repito, tenga más liquidez, más dinero en sus bolsillos. 

La pandemia,  se ha dicho una y otra vez, además de ser un castigo a la salud de todos,  es un azote inclemente y despiadado a la liquidez, también de todos.  El municipio, entonces, debe  ser un factor clave para reponer la liquidez perdida dentro del ámbito de sus competencias. Hacerlo es solidarizarse  no solo con el dolor que la crisis ha provocado en todos los habitantes de la ciudad,  sino que también  es una medida efectiva para ayudar a poner de pie la economía local.  Esto es lo importante. 
Los municipios del país, pomposamente llamados Gobiernos Descentralizados Autónomos ( incoherencia de un Estado centralista), tienen un listado de impuestos que año a año cobran  a sus ciudadanos y a las empresas asentadas en sus  ciudades. Estos impuestos están muy bien que se cobren en tiempos normales, pero deberían recibir otro tratamiento  -lo exige el sentido común, la lógica de las cosas- cuando la economía se ha colapsado, cuando están caídas y por los suelos las actividades  económicas, cuando hay miles de empleos perdidos.   
Deviene  lógico, entonces, dos preguntas: ¿De dónde van a tributar los ciudadanos y las empresas, si por cerrarse la economía han perdido  ingresos? ¿Cómo van a hacer para pagar impuestos si existen otras obligaciones imprescindibles por atender? 
Resulta extraño, por tanto, que pese a que ya se conocen los efectos de la crisis,  todavía  en ciertos niveles  no se puedan  comprender  estas  preguntas que tienen respuestas tan fáciles.  Sin embargo, en muchas  partes del mundo sí se ha entendido a cabalidad la angustia de los tiempos. Por eso, todos los días nos enteramos, con envidia,  de las medidas que se dictan  para inyectar liquidez  en la búsqueda de los ingresos caídos y de creación de empleo.  
Claro que el Gobierno central debería ser el gran promotor de la causa por la liquidez, aunque  sabemos cómo está la caja fiscal. Pero el municipio debería hacer lo que está a su alcance para ayudar a sus ciudadanos y a sus empresas:  reducir por este año y  el próximo los impuestos locales.  Esto es rendir homenaje a la ciudad y comprender la angustia que se vive.