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El primer lunes de cada octubre se celebra el Día del Hábitat, fecha que alberga una reflexión en cuanto al derecho que tiene cada persona a una vivienda apropiada y segura que le permita existir con relativo sentido de seguridad.  

Hoy, de hecho, ante el COVID-19, al mundo le urge un análisis de cuán accesible es esta necesidad básica a la población pues la casa constituyó la protección ante la enfermedad; y, mientras miles de millones de personas nos refugiamos bajo un techo para resguardarnos del contagio, 1.800 millones en todo el mundo, según indican las Naciones Unidas – y de éstas 130 millones en América Latina-, no tuvieron forma de hacerlo pues su hogar está en barrios marginales, asentamientos informales, quebradas, esteros, lugares hacinados o su refugio consiste en una construcción artesanal de caña o adobe sin seguridad, ni agua, ni luz, ni calor. 
Pudimos ver en nuestro país y se hizo noticia mundial que, en la ciudad en inicio más afectada por la pandemia, Guayaquil, miles de ciudadanos no guardaron la cuarentena porque no tenían en dónde, esto también ocurrió aquí en Manabí y golpeó con mayor fuerza a quienes no han podido recuperar sus casas luego del sismo de 2016; y este es un espejo de otros lugares del país como la ciudad de Cuenca, donde los estribos de los puentes en sus cuatro ríos son hogar de migrantes e indigentes, por lo que aquí en Ecuador, donde existe extrema pobreza, es urgente el cumplimiento de esa obligación vital. 
Pero el Día del Hábitat también está relacionado con otros temas, además del económico; esto es el ordenamiento territorial y el desarrollo sostenible. La población sigue creciendo a un ritmo acelerado y a la par que se requiere un espacio para todos, también el planeta y sus recursos naturales deben tener un respiro y reposición que asegure la sobrevivencia a los futuros habitantes; el hábitat no solo es una casa, lo comprende un ecosistema –cuestiones climáticas, ambientales, geográficas, entre otras-, que faculte la vida y aquí vale mencionar el acceso al agua, que a muchas familias les resulta un viacrucis en algunos cantones de Manabí así como en otros del país, por diversos motivos, lo que merma la salud, el acceso a la higiene y el acceso a la calidad de vida. 
Sin una vivienda adecuada otros derechos no pueden cumplirse: desarrollo integral, seguridad familiar, estabilidad, la posibilidad de supervivencia, entre otros mandatorios.
Desde 1985 el Día del Hábitat, convertido en un movimiento con aristas ecológicas, por el medio ambiente y los derechos humanos, al que le han apostado organismos mundiales, sigue mostrándonos la gran desigualdad económica de la colectividad moderna.   
 
Keyla 
Alarcón Q.