¿Usted tiene esposo? No, respondí, mientras sentía cómo me comenzaba a incomodar que usara el teléfono mientras me atendía. Son insoportables; deme un segundo, dijo, y movía los dedos rápidamente para alcanzar a contestar el mensaje. Yo ya estaba indispuesta, por supuesto; si uno paga una cita médica, es para que te presten atención, no para que chateen en plena confesión de síntomas. El consultorio lucía recién estrenado: apenas un escritorio, camilla, silla y los aparatos con los que examinan garganta y oídos que colgaban de la mesa (supongo porque los había desinfectado). Preguntando en redes sociales por un otorrino me dieron dos opciones: una joven doctora que cobra $40 y un doctor de más de 50 años que cobra $70. Me fui por la primera opción, obvio: la economía. Pero cuando pides una recomendación, debes saber que solo pueden pasar dos cosas: a mí me pasó la segunda. Con decirles que hasta repitió la receta tres veces. Nunca supe si por equivocación o indecisión. Bueno, lección aprendida, a veces es mejor irse por la experiencia, aunque cueste más.