Un grupo de 22 personas, la mayoría adultos mayores, habitantes del recinto Simón Bolívar, dejó de vender plátano para comercializar harina. Cansados de que durante el invierno los compradores les pagaran el precio de cuatro racimas de verde por el valor de una, decidieron convertir la materia prima en un producto elaborado que actualmente luchan por venderlo en tiendas y supermercados.
Ellos conformaron la Asociación Vida Sana. María Ponce, una de las mujeres que es parte del emprendimiento, dijo que al principio pensó que al hacer la harina, la venta era lo de menos. Ahora cree que se equivocó, pues llegar a las perchas ha sido lo más complicado del proceso.
“Nosotros compramos el producto de los finqueros y pagamos el precio justo”, señaló.
La harina precocida es empacada en bolsas y en presentaciones de libra y kilo.
La fábrica recibió en 2018 el apoyo de la Embajada de Japón y exhibe sus productos en las ferias que realiza la Prefectura de Santo Domingo de los Tsáchilas cada 15 días.
Este espacio busca que los productores puedan encontrar canales de comercialización.
Viviana Vásquez también optó por convertir el guineo que produce en un pequeño predio en frutas deshidratadas bajo la marcha Moyi.
Además de las bananas, comercializa piña y verduras en la misma presentación desde hace dos años.
Algo similar le ocurrió a Consuelo Tapia, quien decidió convertir los mates en vinagre y jaleas curativas.
Angie Salas, su hija y quien es parte del proceso de producción, indica que este emprendimiento les ha permitido generar recursos durante la pandemia.
