El miedo te paraliza o te moviliza. Los políticos lo saben y utilizan ese conocimiento para manipularnos.
¿Cómo lo hacen? Les explico. Este poder no se ejerce de modo jerárquico (nadie nos ordena sentir miedo y comenzamos a temblar). Al contrario, el miedo del que hablamos se fabrica artificialmente por “geniecillos del marketing político”, encargados de producir contenidos publicitarios llenos de amenazas (ciertas o ficticias) que se deslizan por redes sociales hasta ingresar en lo más íntimo de nuestra subjetividad, operando sobre nuestros cuerpos, pensamientos, conductas y afectos.
Sé que sueno paranoico, pero créanme, no lo estoy. Basta con analizar la teoría creada por Foucault hace 50 años, que describe la evolución de los gobiernos modernos, caracterizados por el despliegue de tecnologías, prácticas y estrategias políticas con el objetivo de gobernar nuestras vidas. A este fenómeno, el filósofo e historiador francés lo denominó biopolítica. Otros pensadores relevantes acogieron y profundizaron la teoría de Foucault. Por ejemplo, en el libro La nueva lucha de clases. Los refugiados y el terror, el esloveno Slavoj Žižek presenta al miedo como la herramienta que usa la biopolítica para regular la seguridad y el control de la sociedad.
Ahora entendemos mejor por qué los finalistas y sus fanáticos inundan las redes sociales y los medios de comunicación con gravísimas acusaciones mutuas. Se tachan de narcos, corruptos y odiadores del dólar (los monstruos de las pesadillas del pueblo) para inyectarnos miedo, y ellos, por supuesto, son el único antídoto disponible para evitar la debacle que el otro provocará. ¡Qué terror!
Galeano, quien describía a Latinoamérica como pocos, con acierto decía que por estas tierras “quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo”. Y presos estamos todos, en un Ecuador quebrado por el crimen y la crisis, gobernados por políticos que saben mucho del miedo pero poco del resto. La esperanza languidece en unas elecciones dirigidas por el terror y no por las propuestas, como advertimos en el debate. Esto lo saben y dominan los estrategas electorales. Saben que el miedo es una emoción básica y movilizadora, capaz de generar adhesiones y cambiar preferencias.
¿Entretenido, verdad? Esperen a ver el final de unas elecciones de infarto. Como Churchill decía: “La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces”. Los políticos nos quieren matar de miedo y no de esperanza. De esto último hablaremos la próxima semana.