Es preocupante que Andrés Quishpe, presidente de la UNE, haya declarado en una entrevista del 10 de abril: “Si le preguntan al narcotráfico, es un gobierno bueno; si le preguntan al pueblo, es malo”.
Es evidente para todo el país que, en los últimos catorce meses, las incautaciones de droga han sido mayores que en cualquier otro período similar en los últimos 18 años. De igual manera, a diario se registran capturas —por parte de las fuerzas del orden— de objetivos de alto y mediano valor, vinculados a los Grupos de Delincuencia Organizada relacionados con el narcotráfico. ¿Es esto “bueno para el narcotráfico”, como sugiere el señor Quishpe? La afirmación parece, francamente, un disparate.
También inquieta que el titular de la UNE demuestre con sus declaraciones una devoción política tan marcada hacia un partido que hoy no está en el poder. Y es preocupante porque su postura ideologizada abre la puerta a un posible adoctrinamiento desde su espacio de poder, afectando a niños y jóvenes en las aulas del Ecuador.
Es evidente que hace falta trabajar en los centros educativos, pero también es cierto que el país enfrenta una guerra que consume muchos recursos. Esto debería saberlo, no solo por su formación como educador, sino porque es un hecho que aparece en cualquier libro de historia o crónica bélica. Quienes educan a nuestros hijos deben tener la capacidad —con preparación y compromiso— de brindar una educación de calidad.
No pueden buscar excusas en la falta de textos actualizados para justificar un trabajo deficiente. Es verdad que esos materiales son necesarios, pero su demora en tiempos de crisis no puede condicionar la vocación ni impedir que los verdaderos maestros transmitan conocimientos y valores.