El secreto del milagro chino: La decisión que cambió su destino

China experimentó una transformación económica trascendental tras el liderazgo de Mao, impulsada por las reformas de Deng Xiaoping que la catapultaron a ser una potencia mundial.
El secreto del milagro chino: La decisión que cambió su destino
Xi Jinping, presidente de China, es uno de los hombres más poderosos del mundo.
El secreto del milagro chino: La decisión que cambió su destino
Xi Jinping, presidente de China, es uno de los hombres más poderosos del mundo.

Redacción

Redacción ED.

Cuando Mao Zedong tomó las riendas del poder en 1949, China era un país hundido en la miseria, devastado por años de conflictos bélicos y con un futuro oscuro.

Más de siete décadas después, el panorama es radicalmente distinto: China se alza como una colosal superpotencia y sueña con coronarse como la economía líder del planeta.

Sin embargo, este asombroso “milagro económico chino” no lleva la firma del «Gran Timonel», sino la de Deng Xiaoping, su sucesor ideológico.  Xiaoping diseñó un modelo que transformó para siempre la historia reciente del gigante asiático.

En 1978, bajo el mando de Deng Xiaoping, China dio un paso audaz con la política de “Reforma y Apertura”, un plan visionario que, según datos oficiales, rescató de la pobreza a más de 740 millones de personas.

Inspirado en el “socialismo con características chinas”, este proyecto rompió las cadenas del rígido maoísmo y abrazó una economía de mercado. Se enfocó ahora en revolucionar la agricultura, desatar el potencial del sector privado, impulsar la industrialización y abrir las puertas al comercio global.

“En 1949, cuando nació la nueva China, no había casi nada: ni infraestructura, ni tecnología, ni recursos. Pero para 2010, ya éramos la segunda potencia económica mundial”, señala Li Ziying, profesora de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing (BFSU).

Un país al filo del abismo

El gran cambio llegó en 1978, cuando China aún cargaba las cicatrices de los desastres de Mao. El Gran Salto Adelante (1958-1962) desató una hambruna devastadora que cobró millones de vidas, mientras que la Revolución Cultural (1966-1976) sumió al país en el caos político y económico.

Con un Producto Interno Bruto (PIB) de apenas 150 mil millones de dólares para una población de más de 800 millones, China estaba a años luz de ser la potencia que conocemos en la actualidad.

Tras la muerte de Mao en 1976, Deng Xiaoping emergió como líder del Partido Comunista y propuso un giro audaz: dejar atrás el dogma comunista para integrar herramientas del capitalismo.

La revolución económica

El 18 de diciembre de 1978, el Comité Central del Partido dio luz verde a las “cuatro modernizaciones” —agricultura, industria, defensa y ciencia/tecnología—, que se convirtieron en el motor del renacimiento chino.

Las reformas permitieron a los campesinos comercializar sus cosechas, incentivaron la movilidad interna y liberaron al sector privado de sus ataduras. Un hito emblemático fue el nacimiento de zonas económicas especiales, como Shenzhen. Pasó de ser un humilde pueblo pesquero a un vibrante epicentro tecnológico, apodado el «Silicon Valley chino».

La llegada de inversión extranjera y la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001 sellaron su ascenso en el escenario global.

Mientras el mundo occidental temblaba con la crisis financiera de 2008, China se consolidaba como “la fábrica del mundo”. Hoy, sin embargo, el país busca reinventarse, dejando atrás ese rol para apostar por la innovación y productos de alto valor.

Naciones como Malasia, Bangladesh y Vietnam han absorbido parte de la actividad manufacturera que antes dominaba China, mientras Taiwán gana terreno en sectores estratégicos.

Luces y sombras

Pero el progreso ha tenido un costo. Las reformas trajeron desigualdades marcadas y una crisis ambiental preocupante. Aunque Pekín ha reducido en un 40% la contaminación del aire —según el Instituto de Política Energética de la Universidad de Chicago—, los retos ecológicos persisten.

La brecha social, que tocó su techo en los 2000, muestra signos de disminuir, pero sigue siendo un desafío.

El poder sin cambios

A pesar de su metamorfosis económica, el sistema político chino permanece inmóvil. El Partido Comunista reina sin rivales, y la disidencia no tiene cabida. Bajo el actual presidente chino, Xi Jinping, las críticas por la represión de libertades y la centralización del poder han crecido.

En 2024, Xi Jinping​ defendió con orgullo el modelo chino, afirmando que el país ha pasado “de la miseria a la grandeza” y que su porvenir es “prometedor”. Sin embargo, las voces críticas señalan las restricciones a los derechos humanos como una sombra persistente. De ser una nación al margen del progreso global, China se ha convertido en un titán indiscutible. (10)

 

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