El nombre de Robert Capa, sinónimo de fotoperiodismo de guerra, oculta una fascinante verdad: fue un seudónimo compartido por dos brillantes mentes, Endre Friedmann y Gerda Taro. Esta colaboración no solo transformó la forma en que el mundo percibía los conflictos armados, sino que también fue una estrategia para superar las barreras socioeconómicas y el creciente antisemitismo de su época.
Endre Friedmann y Gerda Taro, ambos de origen judío y exiliados en París, idearon el nombre de Robert Capa para comercializar su trabajo. Presentaron a Capa como un reputado fotógrafo estadounidense adinerado, lo que les permitía obtener tarifas más competitivas y eludir los prejuicios que enfrentaban como individuos. Bajo esta identidad ficticia, Friedmann tomaba las fotografías, mientras que Taro, con gran astucia, se encargaba de su venta y promoción, inventando excusas para evitar encuentros con el escurridizo “Capa”.
Robert Capa y su nacimiento
Gerda Taro, nacida Gerta Pohorylle en Alemania en 1910, huyó a París en 1933 tras el ascenso del nazismo. Allí conoció a Friedmann, quien la instruyó en fotografía. Su relación no solo fue personal, sino que dio origen a la estratégica identidad de Robert Capa.
El estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936 fue un punto de inflexión. Friedmann y Taro vieron en el conflicto una oportunidad para elevar sus perfiles y contribuir a la lucha antifascista. Gerda demostró una habilidad excepcional para persuadir a los editores de que las imágenes atribuidas a Capa merecían una retribución superior, argumentando su calidad artística y originalidad.
El International Center of Photography, en su obra “Gerda Taro”, destaca que esta audaz maniobra fue una respuesta a su precaria situación económica y una forma de contrarrestar el antisemitismo. La intensidad del conflicto español catapultó a Robert Capa a la categoría de un fenómeno mediático.
El impulso independiente de Gerda Taro
A principios de 1937, las trayectorias de Friedmann y Taro comenzaron a divergir. Gerda firmó un contrato independiente con el periódico parisino Ce Soir y se estableció en Madrid, comenzando a producir fotografías bajo su propia firma o bajo la rúbrica conjunta “Reportaje Capa & Taro”.
Su primer reportaje significativo, publicado en la revista Regards el 15 de abril de 1937, ofreció una cruda visión de la realidad de los milicianos y la población civil. Taro comprendió el inmenso poder de la fotografía como herramienta informativa y propagandística.
Sus imágenes, valientes y directas, buscaban influir en la opinión pública y presionar a los poderes occidentales para que abandonaran su política no intervencionista en el conflicto español. Junto a Friedmann y David Seymour (“Chim”), Taro retrató la devastación bélica desde la perspectiva de las víctimas.
Este enfoque la consolidó como una exponente del fotoperiodismo de guerra con profundas convicciones políticas. La filosofía que Capa popularizaría más tarde, “si las fotos no son suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente”, ya era una práctica intrínseca en el audaz trabajo de Taro.
Un final trágico y un legado
La revista Regards describió las fotografías de Taro como “las primeras y únicas fotografías de la ofensiva, impregnadas del humo de la batalla”. Sin embargo, fue en el campo de batalla donde su vida encontró un trágico final. Durante un caótico repliegue de las tropas republicanas, bajo un ataque aéreo, un tanque la atropelló accidentalmente. Gerda Taro falleció el 26 de julio de 1937, a los 26 años.
El Partido Comunista Francés organizó un emotivo funeral de estado para la fotógrafa en el cementerio de Père-Lachaise en París, buscando un poderoso efecto político. Su sepelio congregó a una multitud de intelectuales y admiradores. El 28 de julio, el periódico Ce Soir publicó una fotografía de Taro enmarcada en un solemne recuadro negro, despidiendo a una joven que, según ellos, había realizado el “sacrificio máximo por la causa antifascista”. La revista Life tituló: “La Guerra Civil Española mata a su primera fotógrafa”.
El dolor de Endre Friedmann
La muerte de Gerda Taro dejó una profunda huella en Endre Friedmann, quien expresó: “Ahora que Gerda ha muerto, todo se ha acabado para mí”. A pesar de su prematuro fallecimiento, Gerda Taro dejó un inmenso legado: cientos de fotografías de guerra y de los sufrimientos que acompañan los conflictos armados.
Sus imágenes, que capturaron retratos, situaciones y lugares que de otra manera habrían pasado desapercibidos, no solo documentaron el dolor de la guerra, sino que también tuvieron el poder de informar y, en ocasiones, cambiar la percepción del mundo sobre los horrores bélicos. Las fotografías de la primera fotoperiodista fallecida en un conflicto armado continúan siendo un testimonio invaluable y conmovedor de una época convulsa y un recordatorio de su valentía. (10).