El Papa Francisco visitó este Jueves Santo la cárcel Regina Coeli, ubicada en Roma, donde sostuvo un encuentro privado con 70 reclusos de diversas nacionalidades. Aunque por razones de salud no realizó el tradicional lavatorio de pies, expresó su deseo de estar cerca de los privados de libertad. Además oró con ellos y les impartió su bendición apostólica.
Encuentro pastoral con los reclusos
La visita papal se desarrolló poco antes de las 15h00 y tuvo una duración aproximada de 30 minutos, según informó la Oficina de Prensa del Vaticano. La Directora de la Penitenciaría, Claudia Clementi, ofreció unas palabras de agradecimiento en nombre de toda la comunidad penitenciaria.
“Me gusta hacer cada año lo que hizo Jesús el Jueves Santo, el lavatorio de los pies, en la cárcel. Este año no puedo, pero sí puedo y quiero estar cerca de ustedes. Rezo por ustedes y sus familias”, fueron las palabras que el Santo Padre dirigió a los internos.
A pesar de no realizar el gesto simbólico del lavatorio de pies, el Papa saludó uno a uno a los 70 reclusos. Muchos de ellos participan activamente en actividades de catequesis y formación espiritual dentro del centro penitenciario.
Oración compartida y mensaje de esperanza del Papa Francisco
Durante el encuentro, el Papa Francisco dirigió una oración junto a los presentes. Concluyó rezando en voz alta el Padrenuestro, seguido de la bendición apostólica a todos los internos y al personal del centro.
Esta visita se inscribe en una tradición que el Pontífice ha mantenido desde el inicio de su pontificado: celebrar el Jueves Santo en contextos de sufrimiento y marginación, como prisiones, hospitales y centros de acogida.
La cárcel Regina Coeli, fundada en el siglo XVII y convertida en penitenciaría en 1881, ha sido visitada anteriormente por varios pontífices. Sin embargo, es Francisco quien más ha insistido en mantener un vínculo directo con las personas privadas de libertad como parte de su ministerio pastoral.
Un Papa cercano a los excluidos
El gesto del Papa refuerza su llamado constante a no olvidar a quienes viven en las periferias, entre ellos los presos, a quienes ha definido en numerosas ocasiones como personas “que no están condenadas para siempre, sino llamadas a levantarse”.
La visita, aunque breve, ha sido considerada por los presentes como un acto profundamente humano y espiritual, especialmente en el contexto de la Semana Santa, que recuerda el mandato del amor y el servicio al prójimo.