El legado de Alba Amalia Reyes Moreira en la educación inclusiva

Amalia Reyes es una maestra jubilada nacida en San Lorenzo. Con 28 años de experiencia en el Instituto Angélica Flores, fue pionera en educación inclusiva. Madre de tres hijos y abuela de cinco, sigue contribuyendo a su comunidad con voluntariado para adultos mayores. Quiere ser recordada como una maestra sencilla y transparente.
Amalia Reyes, una maestra jubilada, sigue contribuyendo a su comunidad con voluntariado para adultos mayores.
Amalia Reyes, una maestra jubilada, sigue contribuyendo a su comunidad con voluntariado para adultos mayores.
Amalia Reyes, una maestra jubilada, sigue contribuyendo a su comunidad con voluntariado para adultos mayores.

Carla Mendoza

Redacción ED.

Carla Mendoza

Redacción ED.

Periodista manabita. Nació en Portoviejo el 4 de julio de 1977. Estudió periodismo en la Universid... Ver más

Alba Amalia Reyes Moreira, maestra jubilada que vive hoy en San Lorenzo, comparte su experiencia de 28 años en el Instituto Angélica Flores. Su enfoque en educación inclusiva transformó la vida de niños con discapacidades, promoviendo autonomía y oportunidades laborales a través de talleres prácticos.

¿Cuál es su conexión con la educación?
Soy maestra jubilada desde 2017. Nací en San Lorenzo, Manta. Mi madre fue educadora, lo que despertó mi pasión por enseñar. Vengo de una familia humilde de diez hermanos.

¿Cómo inició su vinculación con la educación?
Quería ser psicóloga, pero en Manta no había esa carrera. Estudié educación y, por conocidos, llegué al Instituto Angélica Flores. Por lo tanto, trabajar con niños con discapacidades marcó mi vida. Nunca había tenido contacto con ellos antes.

¿Qué encontró al ingresar al Instituto Angélica Flores?
El instituto, con 47 años de historia, atendía niños con discapacidades. Sin embargo, no había un plan educativo a futuro. Los chicos aprendían conductas básicas, pero faltaba proyección. Me enfoqué en dar habilidades prácticas para la vida.

¿Cómo mejoró la educación para estos niños?
Propuse talleres para desarrollar autonomía. Por ejemplo, cree talleres de ebanistería. También implementamos panadería, artes y servicios generales. Estos módulos permitían descubrir las habilidades de cada niño y fomentar su independencia.

¿Qué impacto tuvieron estos talleres en los estudiantes?
Los talleres fueron transformadores. Los niños aprendían oficios prácticos, como trabajar madera o cocinar. Por lo tanto, el instituto se convirtió en modelo nacional. Escuelas de todo el país hacían pasantías para replicar nuestro enfoque inclusivo.

¿Cuándo comenzó la inserción laboral de los estudiantes?
Como vicerrectora, impulsé pasantías con empresas. Por ejemplo, trabajamos con hoteles y fábricas de pesca. Unos 105 chicos se insertaron laboralmente. Seguíamos su progreso semanalmente. Esto les dio autonomía y oportunidades reales en la comunidad.

¿Qué desafíos enfrentó en la educación inclusiva?
El sistema educativo no siempre era flexible. Por ejemplo, enseñar inglés a niños con parálisis cerebral no era funcional. Además, la inclusión en escuelas regulares a veces es solo presencial, sin un aprendizaje adaptado a sus necesidades.

¿Qué cambios propone para la educación inclusiva?
Un currículo ecológico-funcional, ligado al entorno del estudiante. Los aprendizajes deben ser prácticos y transferibles a la vida. Por lo tanto, las escuelas especiales deben adaptar objetivos para maximizar el potencial de cada niño.

¿Cómo llegó a la docencia universitaria?
En 2001, tras mi maestría en Desarrollo de Inteligencia, trabajé con estudiantes de prácticas. Ellos recomendaron mi experiencia. Por ejemplo, diseñé un programa para niños con síndrome de Down, usando tecnología para mejorar su lenguaje.

¿En qué consistió ese programa?
El programa, Desarrollo de Pensamiento, usaba la tripleta cognitiva: objeto, imagen, palabra. Ayudó a los niños a leer y mejorar conductas. Ganó un concurso nacional en 2001. En consecuencia, creamos una sala de cómputo en el instituto.

¿Qué hace ahora como jubilada?
No he dejado de ser maestra. En San Lorenzo, hago voluntariado con 14 adultos mayores. Por ejemplo, realizo ejercicios de memoria y razonamiento. También soy presidenta del Club de Adultos Mayores, promoviendo actividades sociales y aprendizajes.

¿Cómo compara trabajar con niños y adultos mayores?
Ambos requieren respeto absoluto. Con los niños, valoraba sus potencialidades; con los mayores, su sabiduría. Por lo tanto, adapto mi enseñanza a sus necesidades. Es gratificante verlos crecer, ya sea en autonomía o en vivencias compartidas.

SÚMATE AL NEWSLETTER

Recibe todos los días el ranking de las noticias más importantes.

ÚLTIMAS NOTICIAS

Edición impresa

ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP

¡Noticias al instante!

Entérate de lo más importante, al momento.

ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP

¡Noticias al instante!

Entérate de lo más importante, al momento.

ÚLTIMAS NOTICIAS

Edición impresa

Noticias en la web

SÚMATE AL NEWSLETTER

Recibe todos los días el ranking de las noticias más importantes.

Edición impresa

ÚNETE A NUESTRO CANAL DE WHATSAPP

¡Noticias al instante!

Entérate de lo más importante, al momento.

1$us/mes

No te pierdas nada OFERTA RELÁMPAGO