El holandés Boyan Slat tenía 16 años cuando, durante unas vacaciones de buceo en Grecia, se encontró con una cantidad alarmante de plástico en el agua en lugar de la fauna marina que esperaba ver. Esta experiencia, que debería haber sido placentera, lo impactó profundamente y lo llevó a cuestionar la inacción ante la contaminación oceánica.
A pesar de no tener experiencia ni recursos, su visión lo llevó a abandonar la universidad a los 18 años, con el objetivo de diseñar un sistema capaz de eliminar el 90% del plástico del océano para 2040. Su persistencia lo impulsó a fundar The Ocean Cleanup y a desarrollar prototipos que hoy están revolucionando la lucha ambiental.
Del fracaso a la revolución tecnológica
El camino no fue sencillo. El primer prototipo de Slat, el Sistema 001, fracasó, ya que el plástico pasaba por debajo del dispositivo. Sin embargo, en lugar de rendirse, su equipo perfeccionó el diseño. Así nació el Sistema 002, conocido como “Jenny”, que en 2018 logró extraer 100.000 kilos de plástico de la Gran Mancha de Basura del Pacífico.
Esta fue la primera vez que se demostró que una solución tecnológica a gran escala era viable para este tipo de problema. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoció el trabajo de Slat, otorgándole el título de “Campeón de la Tierra” por su contribución al medio ambiente, pese a haber sido rechazado inicialmente por más de 300 empresas.
La estrategia de los ríos
A medida que el proyecto avanzaba, Boyan Slat y su equipo identificaron que más del 80% de los residuos plásticos llegan al océano a través de solo 1.000 ríos. Para abordar esta fuente crítica de contaminación, desarrollaron The Interceptor, un robot catamarán completamente automatizado y alimentado por energía solar.
Este dispositivo se coloca en los ríos más contaminados del mundo, capturando hasta 50.000 kg de residuos por día antes de que lleguen al mar. Actualmente, existen diez de estos sistemas en funcionamiento en países como Jamaica, Indonesia, Malasia y República Dominicana. Su eficiencia ha demostrado ser una inversión inteligente para los gobiernos, ya que es mucho más económico recoger los residuos en los ríos que en las costas, donde ya han afectado las playas y el turismo.
La expansión de la misión
Los planes de The Ocean Cleanup son ambiciosos. El objetivo es duplicar la cantidad de interceptores en los ríos cada año y expandir la operación en el océano. Actualmente, están desarrollando el Sistema 03, una máquina tres veces más grande que Jenny, que mide 2,5 km y puede limpiar el equivalente a un campo de fútbol cada cinco segundos.
Este modelo no solo busca ser más eficiente, sino también proteger la fauna marina, ya que incluye una escotilla de seguridad. La meta a largo plazo es colocar diez de estos sistemas en el Océano Pacífico, en la región con mayor concentración de residuos plásticos.
Desafíos y colaboraciones
A pesar de los avances, la lucha contra la contaminación por plástico no es solo una cuestión de tecnología. El propio Slat reconoce que, aunque sus máquinas hacen su parte, es crucial que la sociedad reduzca su consumo de plásticos de un solo uso. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se estima que la cantidad de plástico en el océano oscila entre 75 y 199 millones de toneladas, afectando a más de 800 especies marinas.
Por esta razón, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos ha puesto el foco en la reducción de la producción de plástico y la búsqueda de alternativas sostenibles. En este contexto, la iniciativa ha atraído a inversores y colaboradores de renombre como la banda Coldplay y el fabricante de refrescos Coca-Cola.
Un futuro sin plástico en el mar
Desde su creación en 2013, The Ocean Cleanup ha superado con creces las expectativas. Hasta la fecha, ha eliminado más de 11,5 millones de kilos de plástico del océano, una cantidad que supera la suma de todos los esfuerzos de limpieza anteriores.
Lo que comenzó como un sueño de un adolescente holandés ha evolucionado hasta convertirse en uno de los proyectos ambientales más grandes del planeta. Aunque Boyan Slat se marea fácilmente y rara vez sale al mar, su visión ha demostrado que la innovación tecnológica puede ser una herramienta poderosa para abordar los desafíos ambientales más complejos.
Sus robots no se cansan y cada vez se vuelven más eficientes, ofreciendo una esperanza concreta para un futuro con océanos limpios. Sin embargo, la responsabilidad final recae en la sociedad, que debe complementar estos esfuerzos con un cambio en los hábitos de consumo y la gestión de residuos. (10).