Cuando la red se instala y el balón rebota en el pavimento, no solo comienza un partido: arranca una ceremonia. El ecuavóley, más que un deporte, se ha convertido en un símbolo de identidad, resistencia y pertenencia para miles de migrantes ecuatorianos en Estados Unidos.
Cada fin de semana, en parques, estacionamientos o patios improvisados de ciudades como Nueva York, Miami,Jacksonville, Los Ángeles o Houston, grupos de compatriotas se reúnen no solo para competir, sino para reconectarse con sus raíces.
“Aquí (Jacksonville) jugamos cada sábado sin falta. Todos son bienvenidos, hay comida, bebida, y premios para los ganadores. Es una manera de socializar con los coterráneos con el ánimo de hacer un deporte en vez de salir a practicar cosas malas”, cuenta Digna López, ecuatoriana.
Un juego con alma ecuatoriana y reglas únicas
El ecuavóley, también llamado “voleibol serrano”, conserva sus características inconfundibles aún fuera del país:
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Tres jugadores por equipo, en lugar de seis.
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Balón más pesado (tipo Mikasa), que exige potencia y técnica.
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Colgadas permitidas, lo que vuelve cada jugada una estrategia.
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El colocador, figura central del juego, define el ritmo del partido.
La cancha puede variar, pero la pasión es la misma. El reglamento, muchas veces no escrito, se respeta como si fuera sagrado.
La cancha como pretexto para el encuentro
#EcuatorianosEnUsa | Migrantes ecuatorianos mantienen viva su cultura en EE.UU. jugando ecuavóley: un deporte convertido en ritual de identidad. https://t.co/D9fz3vH5CV@manavisionec pic.twitter.com/oNhtTZTuyt
— Manavisión Canal 9 (@manavisionec) July 22, 2025
Pero el valor del ecuavóley va más allá del marcador. Alrededor de la red se recrea un pequeñO Ecuador:
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Se venden empanadas, hornado o ceviches caseros.
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Suenan cumbias, salsas y pasillos.
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Se comparten historias de migración, consejos y contactos laborales.
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Se enfrentan equipos con identidades provinciales: manabitas vs. lojanos, azuayos vs. quiteños.
“Hay partidos que parecen clásicos. Se grita, se pelea, pero al final se brinda juntos”, relata Luis Naula, migrante ecuatorianos que participa de este tipo de tornes en Houston.
De la calle a los torneos nacionales
Lo que empezó como pasatiempo entre coterráneos se ha convertido en una liga migrante no oficial pero muy organizada. Así, actualmente se juegan:
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Torneos con premios en efectivo.
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Encuentros transmitidos en vivo por redes sociales.
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Competiciones inter-estatales con uniformes personalizados.
El nivel técnico es alto y el orgullo, aún más. Incluso, algunos jugadores son reconocidos entre los migrantes, como verdaderas estrellas locales.
Identidad que no se pierde, solo cambia de cancha
¿Por qué el ecuavóley se mantiene tan vivo fuera del país? Las respuestas no son solo deportivas entre quienes lo practican:
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Porque cura la nostalgia de quienes dejaron todo atrás.
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Porque enseña a los hijos nacidos en EE.UU. de dónde vienen sus padres.
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Porque reúne a quienes no siempre pueden verse entre semana.
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Porque demuestra que la cultura ecuatoriana migra, pero no desaparece.
A pesar de que asegura no juega “ni carnaval”, Cesareo López, de la provincia de Azuay, invita por un chat de WhatsApp a todos sus compatriotas a continuar con la práctica de este deporte para no perder la costumbre.
En definitiva, donde hay un balón Mikasa, tres ecuatorianos y una red improvisada, hay partido. Pero también hay memoria, comunidad y una afirmación silenciosa de orgullo. En un mundo donde migrar suele significar dejar atrás, el ecuavóley demuestra que algunas tradiciones cruzan fronteras sin perder fuerza, y que a veces, un deporte es la mejor forma de no olvidar quiénes somos.