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La Real Sociedad se afianzó en la primera posición de LaLiga Santander después de ganar en Balaídos al Celta para postularse como una alternativa para suceder al Atlético, que falló ante el Levante (2-2) y se mantiene a cinco puntos de distancia del líder con un partido menos. Con el Real Madrid en dubitativo y con el Barcelona en crisis, el conjunto vasco puede ser un serio candidato si aguanta la presión.

De momento, se ha sobrepuesto a la gran cantidad de lesiones que ha sufrido a lo largo del curso. Todos presagiaban una caída sin muchos nombres importantes y no ha sido así. Con Imanol Alguacil al mando, la Real Sociedad ha exprimido todos sus recursos de una manera envidiable y el resultado es un liderato intachable.

Los números recuerdan a los de su primer título, el de la temporada 1981/82, en la que después de once jornadas acumuló siete victorias, tres empates y una derrota. Exactamente las mismas estadísticas que ahora, cuarenta años después, luce la Real en la clasificación. Y, su último éxito, en Vigo, lo consiguió gracias, sobre todo, a un nombre que nadie esperaba: el portero australiano Matthew Ryan.

Alguacil sentó por sorpresa a Remiro y dio una oportunidad a un guardameta que sólo había jugado noventa minutos esta temporada. Ryan, respondió con un sobresaliente. Sacó de quicio a los jugadores del Celta con sus intervenciones y nombres como Iago Aspas, Santi Mina, Denis Suárez y Brais Méndez se encontraron con un muro insuperable.

Ryan las paró todas y de todas las maneras. Por abajo, a bocajarro, por arriba, en un mano a mano ante Iago Aspas, disparos lejanos, cercanos… dio toda una exhibición. Sus compañeros, mientras, hicieron su trabajo y el sueco Alexander Isak y el defensa Aritz Elustondo marcaron para dar tres puntos que valen un liderato merecido para uno de los equipos que, de momento, mejor juegan al fútbol.

Por detrás de la Real, aunque con un partido menos y en la sexta posición, está el Atlético de Madrid, que rozó la victoria en el estadio Ciudad de Valencia después de reaccionar y de sobreponerse a un mal duelo gracias a un par de hombres que saltaron desde el banquillo.

Los hombres de Diego Simeone vivieron una montaña rusa de emociones. Primero, se adelantaron en el marcador por medio de Antoine Griezmann, que se estrenó esta temporada en Liga con un buen cabezazo. Después, sufrió un jarro de agua fría con el empate de Enis Bardhi desde el punto de penalti.

Entonces, cuando estaba atascado, Simeone agitó el banquillo y todo volvió a la senda de la lógica gracias a la conexión de dos jugadores: el argentino Rodrigo de Paul y el brasileño Matheus Cunha. El primero, fabricó una asistencia magnífica al segundo que, a falta de diez minutos, batió en un mano a mano a Aitor Fernández.

Sin embargo, de nuevo, otro penalti, esta vez por una mano de Lodi que tuvo que revisar el VAR, mandó al abismo al Atlético de Madrid. Bardhi tampoco falló desde los once metros e incluso después, sobre la bocina, Pier falló una clarísima que habría mandado definitivamente a la lona a un equipo que no acaba de encontrar la estabilidad.

Y en el Estadio Nuevo Los Cármenes, el Getafe volvió a perder una oportunidad para sumar su primera victoria en el duelo de los necesitados de la jornada. Como el Granada, el conjunto madrileño llegó a la cita en puestos de descenso y necesitaba tres puntos para aproximarse a las plazas de Primera División.

Quique Sánchez Flores dio un giro a su once, no amontonó en el centro del campo con mediocentros y colocó a jugadores en sus posiciones más naturales. El experimento funcionó, pero a medias. Duró el tiempo que aguantó el tanto del turco Enes ünal en la primera parte y con una pizca de mala suerte.

Primero, se salvó de casualidad con un penalti que falló el colombiano Luis Suárez tras levantar el césped donde estaba la pintura y mandar la pelota a la grada. Después, una carambola con los palos de la portería defendida por David Soria a un cabezazo de Antonio Puertas, presagiaba que por fin la tostada iba a caer boca arriba para el Getafe.

Entonces, en el último segundo, apareció Jorge Molina, un estandarte del cuadro azulón durante cuatro años, para amargar la fiesta a su ex club con un cabezazo que dio un punto al Granada y dejó al Getafe sin victorias en la clasificación.