Latía, se venía venir, era una especie de premonición medida y concebida por quienes reconocemos el bien y, por supuesto, le tememos al mal.
El mal, ese propósito desubicado de toda sana orientación y que, sin piedad para nadie, ni para ellos mismos, curiosamente, en el país alcanza cotas que no dejan de sorprender, que al escribiente, por momentos, lo desubican por la persistencia en repetir la historia insana de un exgobierno cuyos principales actores están prófugos, unos, encarcelados, otros, y muchísimos prontuariados, que seguramente correrán la suerte de los primeros. ¿De dónde esa obsesión inentendible que menoscaba la razón y pone en aprietos al entendimiento humano?
Algún día la Sociología deberá poner sus hitos en la masacrada razón y devolvernos la paz a esta encrucijada, que no es otra cosa que fanatismo enteramente vulgar y sin sosiego…
Pero ¿por qué es más interesante el triunfo de Daniel Noboa? Porque este joven presidente, educado con esmero y sabiduría, tuvo que luchar contra todo y todos. No lo condicionó una campaña electoral de la más baja catadura, promovida por troles de la misma calaña de sus autores, mostrando siempre cordura y serenidad; incluso, cuando su “rival” cometió el despropósito de arremeter en contra de su familia y la inocencia de sus hijos…
¿Por dónde no le buscaron una polilla para horadar su prestigio? ¿Qué no le ha pasado en su corto gobierno que él no haya afrontado con solvencia, prestancia y calidad humana? Sin dudas, representa al prototipo (y raro en un joven) del hombre que está dispuesto a todo para cumplir sus propósitos. Pudiera ser, a lo mejor, su condición económica que le abre del mundo todas las puertas y más allá de él.
De hecho, no tuvo contendiente, representado por una señora de mínima cota intelectual, que al menos en el debate (aunque yo no soy partidario de esa ridiculez), demostró, y sin ir más allá, que pudiera resultar otra ofensa, plácidamente que no es potable para dirigir al país…
¿Qué viene de aquí para adelante? Un país con tendencia a la modernidad de los tiempos, por sus relaciones económicas (que le viene de su papá), con los países democráticos más importantes del mundo, con el amparo de su propia condición económica. Y por sobre todas las cosas, su juventud bien entendida y su ilustrado manejo de los bienes públicos.
El país va por auroras de renacimiento, y no a las sombras, ni para atrás…