¿A qué costo la democracia?



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 Como Alicia en el país de las maravillas, nada es lo que parece ahora en Ecuador. Debemos tener mucho cuidado porque las autoridades están jugando con nuestras vidas. A pesar de súplicas, entre ellas la mía, no se esforzaron para evitar el tumulto y contagio en los recintos electorales el 4 de febrero. Hasta las medidas tibias que anunciaron fueron ignoradas por gran parte del público debido a la ausencia casi completa de las fuerzas del orden.

En la mañana de las elecciones sintonizamos los noticieros locales para revisar las condiciones. Para nuestra sorpresa y horror, las tomas en vivo en Guayaquil, Portoviejo y Manta mostraban escenas de caos y confusión en algunos recintos:  personas desubicadas, colas de dos y tres cuadras casi rozándose, familias con niños y mascotas, gente vendiendo comida,  barajitas y plastificando, masas humanas empujando para entrar y salir. Prohibiciones basadas en las nuevas reglas del CNE pero sin aplicación, dejando el camino abierto al peligro de contagio masivo. 
Como tengo más de 65 no estoy obligado a votar, pero mi esposa sí. Al ver el pandemonio en la pantalla decidimos que era imprudente que fuera. 
Podemos pagar la multa, pero sabemos que para miles de familias $40 representa sacrificar alimentos o servicios básicos. Los recintos más concurridos y descontrolados estaban en los barrios populares, mientras otros estaban bien ordenados gracias a los esfuerzos y valentía del personal.
¿Qué pasó luego? Vimos un auge de casos y muertes. La verdad cruel y escalofriante es que no sabemos porque no hay datos científicos sobre el nivel de contagio nacional, regional o local. Los únicos indicadores indirectos son: a) 57% del personal del Hospital de Especialidades de Portoviejo ha dado positivo para el virus y supongo sigue atendiendo, caso contrario tendrían que cerrar. b) Los laboratorios reportan que más del 60% de las pruebas de Covid están saliendo positivas. Y c) todas las UCI del litoral están entre 95-100% copadas. Cuando salgo de mi casa asumo que cada persona con la que me encuentro está contagiada, me parece la única táctica racional. 
Cómo puede un país supuestamente humanista y protector de su gente forzarla a escoger entre arriesgar sus vidas y las de sus familiares o pagar una multa de $40. Pidiendo que los votantes enfrentan peligro mortal para sufragar es igual que los países con mafias y milicias que amenazan con tiroteos en los recintos. ¿Queremos un país donde los más informados, racionales y cautelosos no sufraguen por miedo?
Yo soy devoto de la democracia, y he votado en cada elección desde los 18 años, planeaba votar el mes pasado, pero si me preguntan: “¿Qué precio pagaría por la democracia?”, digo: “A cualquier precio, menos mi vida.”



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