El sistema inmunológico es el escudo natural del cuerpo. Está compuesto por células, tejidos y órganos que trabajan en conjunto para detectar y neutralizar amenazas. Sin embargo, su eficacia depende en gran medida de los hábitos de vida, y uno de los más determinantes es la alimentación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que una dieta desequilibrada puede debilitar las defensas y aumentar la vulnerabilidad a infecciones. En cambio, una nutrición variada y rica en vitaminas y minerales potencia la capacidad del organismo para responder a agentes externos.
Vitaminas y minerales que hacen la diferencia en el sistema inmunológico
Algunos nutrientes son especialmente reconocidos por su efecto en la inmunidad:
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Vitamina C: presente en cítricos como naranja, mandarina, kiwi y limón, estimula la producción de glóbulos blancos y actúa como antioxidante.
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Vitamina D: favorece la respuesta inmune y se obtiene a través de la exposición solar y alimentos como pescado azul, huevo y lácteos fortificados.
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Zinc: contribuye a la cicatrización y defensa contra virus, se encuentra en mariscos, carnes magras, semillas de calabaza y legumbres.
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Hierro: fundamental para transportar oxígeno y apoyar la producción de células inmunes; está en carnes rojas, lentejas, espinaca y remolacha.
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Probióticos: bacterias beneficiosas que refuerzan la flora intestinal, presentes en yogur, kéfir y alimentos fermentados como chucrut.
Frutas y verduras: aliados que no pueden faltar en la alimentación
El consumo regular de frutas y vegetales es esencial. Estos alimentos son ricos en fibra, antioxidantes y fitonutrientes que protegen a las células del daño oxidativo. Según nutricionistas, lo recomendable es incluir al menos cinco porciones diarias, variando los colores para asegurar una amplia gama de nutrientes.
Ejemplos ideales: Pimientos rojos y brócoli, ricos en vitamina C; zanahoria y calabaza, fuentes de betacarotenos que se transforman en vitamina A; espinaca y col rizada, cargadas de hierro y antioxidantes.
Proteínas que fortalecen
Las proteínas son esenciales para la regeneración de tejidos y la producción de anticuerpos. Pueden obtenerse tanto de origen animal como vegetal. Pollo, pescado, huevos y carnes magras son fuentes tradicionales, mientras que lentejas, garbanzos, frijoles y frutos secos aportan proteínas vegetales acompañadas de fibra y minerales.
Hidratación y hábitos complementarios
No solo la comida influye en el sistema inmunológico. La hidratación adecuada es vital para mantener la función celular. Se recomienda beber entre 1,5 y 2 litros de agua al día. Además, hábitos como dormir entre 7 y 8 horas, realizar actividad física moderada. Reducir el consumo de alcohol y tabaco contribuyen a mantener las defensas fuertes.
Los expertos enfatizan que no existe un “súper alimento” que por sí solo evite enfermedades. Lo realmente eficaz es llevar una alimentación variada, equilibrada y constante. Incluir una amplia gama de frutas, verduras, granos integrales, proteínas y grasas saludables garantiza el aporte de todos los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del sistema inmunológico.