El gobierno militar de Birmania anunció un alto al fuego que durará hasta el 22 de abril, con el fin de permitir la llegada de ayuda humanitaria a las víctimas del terremoto. Este desastre natural, de magnitud 7,7, ha dejado una devastación masiva, especialmente en la región de Sagaing, cercana al epicentro. A pesar de esta medida, los combates entre el ejército y los grupos rebeldes continúan.
Varios grupos armados, incluidos tres de las minorías étnicas, también acordaron una tregua temporal para facilitar la ayuda. Sin embargo, las organizaciones humanitarias han alertado que la guerra interna dificulta el acceso a las zonas más necesitadas. La ayuda internacional no ha sido suficiente para cubrir las enormes necesidades de la población afectada por el terremoto.
El jefe de la junta militar, Min Aung Hlaing, viajará a Bangkok para asistir a una cumbre regional. En la reunión, se espera que discuta los esfuerzos de reconstrucción tras el terremoto, el más fuerte en Birmania en décadas. Sin embargo, la situación de los desplazados por la guerra sigue siendo una preocupación, ya que la ONU calcula que 3,5 millones de personas viven en condiciones precarias.
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La comida y la medicina se agotan en Birmania
La situación en las áreas afectadas en Birmania es desesperante. En Sagaing, miles de personas se agolpan para recibir alimentos y medicinas. Las instalaciones médicas, ya dañadas por el terremoto, están saturadas, y los suministros de agua, comida y medicina se están agotando rápidamente. Las posibilidades de encontrar más sobrevivientes entre los escombros disminuyen con el paso de los días.
Birmania, ya azotada por años de conflicto, enfrenta una de sus peores crisis humanitarias. Mientras la comunidad internacional intenta ayudar, las tensiones internas continúan complicando los esfuerzos. La población, atrapada entre el desastre natural y el conflicto armado, sigue luchando por sobrevivir.