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Eduardo cree que perdió su pierna izquierda por culpa, no de uno, sino de dos hombres.

A uno se le escapó el tiro y lo hirió en la pierna; y el otro es el cirujano vascular que lo operó.

“El doctor debió unir las venas, hacer un baipás; pero no, lo que hizo fue cortarme los tendones. He consultado con otros doctores y dicen que no entienden por qué hizo eso”, recuerda.

Eduardo Vélez tiene 51 años, el 12 de agosto de 2015 estaba trabajando en su pequeño tanquero distribuyendo agua en los barrios, cuando ocurrió el accidente.

Eran las tres de la tarde y se encontraba en Las Jacuatas empezando a instalar las mangueras para llenar con agua varios tanques. No escuchó el disparo. Tampoco sintió dolor.

Cuando se dio cuenta, le chorreaba la sangre por el muslo. No había nadie cerca. Se asustó, pero no se desesperó.

Tomó una franela e hizo un torniquete para no seguir desangrándose. Se acostó en la calle, alzó la pierna y empezó a gritar pidiendo ayuda.

La gente salió de sus casas. Un chofer que pasaba en una camioneta se ofreció a llevarlo al hospital. En el camino Eduardo llamó a su familia.

La tarde que le dispararon por error a Eduardo, un grupo de amigos estaba tomando.

El dueño de la casa mostró el revólver, su joya personal.

El arma pasó de mano en mano. En un momento, quien estaba junto al dueño del revólver tomó el arma, pero el propietario se la quitó y se le escapó un disparo que salió a la calle.

Lo operaron

La doctora que atendió en el hospital a Eduardo le recomendó que vaya a una clínica privada, porque en ese momento no había un cirujano que lo operara. Eso hizo.

Eduardo dice que entró al quirófano y el doctor le hizo unos cortes en la planta del pie, además de cortarle los tendones. La familia pagó en total 5 mil dólares, porque había que incluir los días internado.

No hubo recuperación. A la familia le dijeron que debían llevar al paciente a Quito o Guayaquil.

Optaron por la segunda ciudad y apenas el médico lo chequeó, no anduvo con rodeos: había que amputarle la pierna izquierda.

Pasaron unas semanas y le dieron de alta.

Luego fue al lugar donde le dispararon. Averiguó de dónde provino el tiro. No fue difícil saberlo. Habló con quien disparó por error.

El hombre pidió perdón. Ambos fueron a un centro de mediación y llegaron a un acuerdo: el pago de una indemnización y, además, durante dos años 500 dólares mensuales más un seguro de vida.

Eduardo planteó una demanda por mala práctica médica contra el doctor de la clínica. Fue tiempo perdido. No obtuvo nada.