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Con amor, esfuerzo y dedicación, Freddy Pinargote saca adelante solo a sus seis hijas.

Hay días que Freddy Pinargote siente que sus fuerzas se agotan, pero piensa en sus seis hijas y se levanta.

A este hombre de contextura delgada y manos desgastadas por el uso constante de pegamentos fuertes,  la vida le ha puesto pruebas muy difíciles.

Freddy, de 52 años, quedó viudo dos semanas antes del terremoto del 2016. Su mujer murió tras inyectarse aceite de avión en sus glúteos.

“Ningún matrimonio es perfecto y en esa época ella y yo estábamos separados, por problemas de pareja. Ella estaba aquí en Manta y yo me había ido a trabajar a Machala”, expresó.

Ahora Freddy cuida a sus seis hijas.  La mayor tiene 16 y la menor 9. Sus nombres son Dianer, Johana, Yaira, Britany, Evelyn y Niurka.

A ellas Freddy las mantiene gracias a su trabajo como ebanista.

El taller lo tiene en el patio de su casa, ubicada en la parroquia Eloy Alfaro, calle 319 y avenida 214.

Allí, la semana pasada tomó un trabajo por el que iba a ganar 80 dólares y que iba a terminar en tres días.

En esta época los trabajos de ebanistería son muy escasos, y muchas veces los clientes no quieren pagar lo que realmente deberíamos cobrar, señaló.

Cuidarlas no ha sido fácil para este hombre, por ello cuenta con el apoyo de su madre, una mujer de casi 80 años. Fue ella quien lo acompañó a la Junta Cantonal cuando su mujer murió, para hacerse cargo,  apoyándolo en la crianza de las hijas.

Otra ayuda con la que cuenta Freddy es el bono de 50 dólares mensuales que le da el Gobierno para sus hijas

“Es solo una ayuda, porque solo en servicios básicos, como la luz, pago un promedio de 70 dólares cada mes”, refirió.

En la casa donde vive Freddy, su mamá y sus seis hijas también viven algunos familiares, aunque en piezas o cuartos independientes.

Freddy ni siquiera ha pensado en rehacer su vida.

“Se hace difícil, imagínese criar seis hijas y mantener otro hogar, por eso pienso quedarme solo y ellas tampoco quieren que me comprometa”, señaló.

A Freddy la gente en su barrio lo conoce como “Flaquito”. De vez en cuando personas que conocen su caso lo contactan y le regalan ropa usada en buen estado para sus hijas.

Sin embargo, admite que en cada fiesta de Navidad es él quien les compra al menos una muda de ropa nueva a sus hijas.

“La vida es dura, pero hay que seguir, porque si uno da un paso para atrás el siguiente paso será más duro”, reflexionó.

Cuando ellas se enferman, él, a pesar de su escasa economía, prefiere llevarlas a un médico particular y no al centro de salud de la zona. Cada consulta le representa un promedio de 30 dólares, dijo.

José Eduardo Cevallos, amigo de “Flaquito”, señala que la situación de él es muy difícil.

“Es muy responsable, a veces trabaja desde las 6h30 hasta las 22h00. Es admirable, porque casi no tiene ayuda de nadie, él es el único que se preocupa por el sustento de sus hijas”, expresó.

Cevallos es un relojero de la zona, al que Freddy le ha permitido instalar su pequeño negocio en un rincón de su patio.

No le cobra una renta, pero Cevallos regularmente le lleva frutas o panes a las hijas  de su amigo.

Niurka, la menor de las hijas de Freddy, estudia en el noveno año en un colegio de la zona. Anhela ser policía, por ello su padre es constante en darle consejos para que siga estudiando y pueda concretar su sueño.

En marzo del 2019, a través del Decreto Ejecutivo 696, en Ecuador se creó un bono o compensación económica para los niños que quedaron huérfanos, pero solo en el caso de femicidio de sus madres.

Al Ministerio de Inclusión Económica y Social (Mies) se le dio la responsabilidad de entregar estos pagos.

En su momento se indicó que este bono serviría para garantizar como mínimo la alimentación, vivienda, ropa y asistencia médica.

Para mayo del 2020, y ya con la pandemia en curso, eran 34 los beneficiarios del bono por femicidio, dinero que solo cubre hasta tres menores huérfanos por núcleo familiar.

Pero el caso de Freddy y sus seis hijas es otra realidad.