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Para los que quieren ver a Maddox con el cabello corto, se les cumplirá el sueño. No hay vuelta atrás: en cuatro años se lo cortará. Cuatro años, antes no.

Maddox se volvió popular sin buscarlo, tanto que dos compañeros le pidieron autógrafos. Cuando caminaba por el patio del colegio Juan Montalvo, el resto de los alumnos lo miraban de cuerpo entero y luego los ojos se dirigían a su pelo negro recogido con un moño. Todo porque el muchacho de 13 años fue la comidilla en las redes sociales durante dos semanas.

Manta se dividió en dos bandos: los que respaldan que lo use como le plazca y los que creen que así no debe ir a clases. En una de las paredes de su casa donde vive con su madre, Rocío Delgado, hay más de 16 fotografías: Maddox cuando cumplió un año, vestido con una camiseta de Barcelona, junto a una torta color amarillo con el escudo del equipo; Rocío dándole un beso en la mejilla y de fondo Disney World, en un viaje que hicieron hace seis años. En otra, los dos abrazados. 

Maddox es más que un muchacho de cabello largo al que el colegio le exige cortárselo o, caso contrario, debe buscar otro donde estudiar. Toca la guitarra, la batería, es parte del grupo de música Blue Sky. Está filmando una película con 20 amigos de la ciudadela en la que vive. Es director, camarógrafo y guionista. Graba con su celular. La idea es hacer una trilogía de la versión adolescente de la Guerra de las Galaxias.

Pero, más allá del arte, ya sabe lo que hará cuando tenga 18 años. Su destino es el sur, Argentina, donde estudiará Medicina y luego hará una especialización de Gastroenterología. Es una decisión que tomó por las 12 veces que ha ingresado al quirófano a operarse debido a los problemas de colon con los que nació.

A los ocho años le dijo a su mamá que de grande será gastroenterólogo. Por su salud, debe tener serio control con lo que come, nada de pan ni papas. A él gusta el pescado, en ceviche, apanado y encebollado.

Un día normal empieza a las 5h30, cuando Rocío se despierta; él, a las seis. A las siete ya están en el carro. Lo lleva a casa de unos amigos de confianza, donde permanece hasta el mediodía, cuando debe ir al colegio.

Ella a las 7h30 llega al Palacio de Justicia, donde trabaja. Tío Roco, un bulldog de cuatro años, se queda en el hogar a buen recaudo para que no haga de las suyas. Por la noche la familia vuelve a reunirse.

A Maddox le gusta una chica de 12 años de su colegio y ya la invitó a tomar helado. A ella le fascina lo brillante y negro que tiene el pelo. El muchacho le contó el secreto: se lo cuida con el tratamiento “Leche pal pelo”.

Ese cabello en cuatro años será cortado y donado a una fundación. Servirá como peluca para alguna persona que sufra cáncer. Por ahora ha decidido, con su madre, que lo usará largo. Solo se corta las puntas.
La resolución del colegio de impedir que estudie así, porque va en contra de las normas internas, hizo que Rocío acuda a la justicia e interponga un recurso de protección.

El juez falló en su contra el viernes anterior. Aún no recibe el argumento jurídico por escrito. Cuando lo tenga, Rocío, que es abogada, apelará en la corte de Justicia en Portoviejo. Y si vuelven a fallar en contra, apelará en Quito, y dice que llegará hasta instancias internacionales de ser necesario.

Mientras se dilucida el caso, Maddox puede ir a clases con el cabello largo.
Rocío sostiene que la decisión no es un capricho de un adolescente. Ella lo respalda y espera que se respete aquello. Cada familia tiene sus reglas, y en su casa las hay también. Su hijo arregla su cama, limpia su cuarto y se encarga de cuidar a Tío Roco.
Maddox es más que un muchacho de pelo largo.