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Nunca se casó ni tampoco tuvo hijos. Sus padres ya murieron y cree que sus hermanos también. De sobrinos o primos no sabe nada.

A sus 71 años de edad, Adolfo está resignado a vivir en soledad, aunque cuenta también que tiene un par de amigos que periódicamente lo visitan en Funteman, en Manta, lugar en el que reside hace algo más de un año.
Relata que nació en Cuenca, pero desde que era un adolescente abandonó su hogar para empezar a recorrer el país.

En Guayaquil vivió algunos años hasta que se dio la oportunidad de viajar a Europa. Vivió en Suecia y Lituania hasta que decidió regresar al país. Llegó a Manta y su experiencia en la orfebrería lo llevó a trabajar en las reconocidas joyerías “Cuenca” y “Mónaco”.
Antes de la pandemia por el covid-19 se quedó sin trabajo, no tenía dinero, familiares ni a dónde ir. Fue así que llegó a Funteman.

La Fundación para la Tercera Edad San Pablo de Manta (Funteman) fue creada hace 30 años y se ha convertido en una de las principales casas de acogida para ancianos en la ciudad.
Alicia Mera Bernal es la administradora voluntaria. Ella contó que actualmente cuidan a 40 personas, de las cuales, un 40% se encuentra en condición de abandono.
De ese porcentaje hay algunos a los que visitan muy poco sus familiares, pero también hay otros que no tienen a nadie y que ellos como voluntarios, junto a los cuidadores, doctores y enfermeras, los cuidan cada día para que no se sientan solos.
Eran cerca de las 11h00 y la mayoría de ancianos jugaba bingo. Entre ellos está Alicia, quien ganó un premio y dijo que iba a esperar a entrar a su habitación para abrirlo.
“Creo que son 81”, mencionó al ser consultada sobre su edad. Tiene casi dos años en el asilo y tras la muerte de su esposo quedó sola.
Tuvo dos hijos y uno de ellos la visita de vez en cuando, del mayor no sabe nada, contó.

Camina con el apoyo de un andador y se muestra sonriente. Es tímida y de pocas palabras, pero asegura que el bingo es una de sus actividades preferidas.
Funteman ha sobrevivido gracias a las donaciones que reciben de empresas privadas, como cadenas de supermercados, personas particulares y del pago que realizan los familiares de varios de los internos.

Manuel nació en el cantón Santa Ana y el domingo último cumplió 73 años de edad. Al igual que Adolfo, nunca se casó y tampoco tuvo hijos. A la edad de nueve años se interesó por la cocina y cuenta que su madrina le enseñó a cocinar. Aprendió rápido y a los 18 años decidió emigrar a Venezuela junto a sus hermanos.
Sus padres se quedaron en Ecuador, pero hace algunos años murieron. A los 30 años se graduó como chef en Venezuela, lo que le ayudó a convertirse en el jefe de cocina del hotel Altamira, uno de los más reconocidos de Caracas.
La grave crisis económica en dicho país lo dejó sin trabajo y los ahorros que tenía se fueron terminando, por lo que regresó a Ecuador.
Allá quedó una casa que había comprado, sus hermanos y sobrinos.
Manuel manifestó que hace cinco años, que volvió de Venezuela, no ha visto a ningún familiar.

Tras sufrir un coma diabético fue internado en el hospital Rafael Rodríguez Zambrano de Manta y cuando le dieron el alta no tenía a dónde ir. Por un tiempo se dedicó a vender ajo, mangos y hasta toallitas húmedas, pero la diabetes y la hipertensión complicaron su situación.

Personas de la Fundación Cáritas, lugar al que acudía a comer a diario, gestionaron para que pueda ser recibido en Funteman.  Allí suele colaborar en la cocina, ya que es algo que le apasiona.
“Me gusta aliñar la comida para Navidad y Fin de Año”, todavía me siento útil, dijo.
Según el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), hasta el 2019 un total  de 1‘454.654 personas mayores de 65 años habitaban en el país. El 14,7% de esta población había sido víctima de violencia y el 15,9% sufrió abandono.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que entre los años 2000 y 2050 la proporción de los habitantes de la tercera edad se duplicará en todo el mundo: de 11% al 22% (de 605 millones a 2 mil millones).
Alicia Mera, administradora de Funteman, dijo que hasta el momento ninguno de los internos ha dado positivo para covid-19. De todo el grupo, a tres no se le ha aplicado la primera dosis.

Ella contó que los llevaron al Centro Geriátrico para que reciban la vacuna, pero allí les indicaron que debían tener 65 años o más para poder ser vacunados sin estar en la lista del Ministerio de Salud Pública (MSP).
Ella espera que los vacunen a todos y evitar alguna complicación.
Alicia también mencionó que en los últimos días se vacunaron a doce empleados, pero que por falta de movilidad aún no se ha inmunizado a cuatro empleados y ocho voluntarios.
Ella espera que las autoridades contemplen vacunarlos a todos.