Las roscas de Montecristi son de apellido López. Esta familia tiene 60 años elaborando las “rosquitas”. Son tres generaciones las que se han encargado de esa labor.
Todo empezó cuando Antonio López tenía 14 años de edad y fue a trabajar con Antonio Farfán Alvarado, quien sería el primero en elaborar las roscas.
Allí “Toño”, como conocen a Antonio, hoy de 74 años, empezó como limpiador de las bandejas de lata, y luego aprendió a preparar los bocaditos.
“Toño” pudo independizarse y abrió su negocio en la calle El Oro, en el barrio 5 de Junio, donde actualmente vive.
Este hombre le da un toque especial a su producto. Aún prepara sus roscas en un horno que usaban sus colegas panificadores en la década de los 60, del siglo anterior.
Edgar López, de 50 años, es hijo de “Toño” y es otro reconocido elaborador de roscas. Desde niño trabajaba con su padre porque no le gustaban los estudios.
Igual que su padre, tiene clientes en toda la provincia, el país y también en el extranjero.
José Antonio es hijo de Edgar, tiene 29 años y a la edad de ocho ya trabajaba elaborando roscas.
“Milly”, comno es conocido en el cantón, dice que decidió emprender por su cuenta porque aspiraba a tener algo propio.
Hace cinco meses hizo una inversión de 50 mil dólares para adecuar un local y comprar dos hornos de última generación, mesas de monel y batidoras industriales.
Él puso sus ojos en las redes sociales. Allí oferta su producto a través de un perfil de Facebook llamado panificadoramillylopez.
Un cliente de Guayaquil le hizo un pedido de mil fundas de roscas, entonces decidió emplear a catorce personas y desde ese momento todas las semanas debe entregar de 300 a 500 fundas a clientes de Cascol, Paján, Jipijapa, Santa Ana, Manta, Santa Elena y Guayaquil.
Si Montecristi es conocido por el general Eloy Alfaro, la iglesia, su cerro y los sombreros, ahora también lo es por las roscas.