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Gustavo prefiere tratar con cientos de perros que con las personas.
Al menos de aquello se dio cuenta cuando se graduó de abogado, profesión que nunca ejerció. En lugar de aquello, empezó, hace más de 30 años, con una campaña de rescatar animales de la calle.

Fue así que recorriendo las calles de Manta se hizo conocer. No se considera un héroe, únicamente es alguien que ama a los animales.

Este manabita de 59 años de edad es el líder de una manada de alrededor de 270 perros, con quienes vive en el Santuario Canino de Gustavo, ubicado en el sitio La Resbalosa, de la parroquia rural San Lorenzo. Pero no todo es color de rosas. También ha sufrido ataques de parte de perros agresivos a los que recibe, en un intento por domesticarlos.

El último caso fue hace un par de semanas, cuando un pastor alemán lo agarró del antebrazo izquierdo. Aún mantiene cicatrices, pero se están curando, dice.

> Trabajo. Fue durante un Carnaval, en 1978, cuando a la edad de 15 años decidió salir de su natal El Carmen para viajar a Manta, ciudad a la que consideraba de oportunidades. “Llegué acá a Manta y todo mundo hablaba de la muerte de Julio Jaramillo”, recuerda.

Fue estudiante del colegio 5 de Junio, institución que considera fue la puerta más amplia de conocimientos que haya tenido en su vida. Vivió también en Guayaquil, en Quito, pero finalmente regresó a Manta para iniciar con su proyecto de rescatar animales de la calle.

Desde hace cuatro años no realiza rescates, ya que los perros llegan al santuario. Algunos son dejados por sus dueños y otros, en cambio, son abandonados. Su santuario cuenta con un espacio de 40 hectáreas, y allí mismo se destinó un espacio como cementerio de mascotas. El apoyo de su mamá, su hermana, amigos y voluntarios ha sido importante para seguir con el proyecto y que se mantenga por algunos años.

“Tengo 270 perros y cada día van en aumento. La sociedad no logra entender que el tener una mascota es un tema de responsabilidad, hay mucha inconsciencia y por eso los abandonan. El tiempo se encarga de premiarte o castigarte, según tus acciones”, señaló.

> Apoyo. Pese a que las redes sociales no son su fuerte, el santuario cuenta con su página web, y es por este medio que decenas de personas han contactado a Gustavo para ofrecerle apoyo, especialmente con comida.

El santuario cuenta con el apoyo de las tercenas Bravo y Marcillo, cuyos dueños aportan con un aproximado de 18 quintales de restos de carnes y huesos, lo que, combinado con el arrocillo, sirve de comida para los canes. También recibe apoyo de varias personas, incluidos extranjeros, que donan sacos de comida para perros.

La convivencia con sus perros ha llevado a Gustavo a aprender situaciones básicas de veterinaria como curaciones y suturaciones. En el refugio cuenta con espacios de cuarentena, que es donde pasan varios días los perros al momento de su llegada.

Allí se descartan enfermedades, infecciones, comportamientos, y se los hace dóciles en caso de que, debido al temperamento, puedan ser un factor de riesgo para el resto de la manada.

Cocina, grandes llanuras y hasta lagos artificiales para que los perros jueguen hay en el refugio, sin contar con la playa que está cruzando la carretera de la Ruta del Spondylus.

“Mis perros me siguen adonde quiera que voy, ellos caminan a mi lado. Si me detengo, ellos también lo hacen. Me identifican como el líder de la manada. Esto lo hago por cariño a los animales, no para enriquecerme o hacerme famoso”, reiteró.

En el lugar existe un cementerio de mascotas que fue implementado por la necesidad de uno de los moradores de esta zona que deseaba enterrar a su mascota, para lo cual le formalizaron una ceremonia.
Para enterrar a una mascota en el lugar solo debes querer donar algo que sirva de ayuda para las mascotas.