En marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, se convirtió en el Papa Francisco, un hito histórico que lo alejó para siempre de su hermana menor, María Elena Bergoglio, en Argentina. Desde entonces, los 11 años de diferencia y miles de kilómetros no apagaron su vínculo, pero impidieron un reencuentro. Esta crónica recorre su historia de amor fraternal, sostenida por llamadas, cartas y un gesto artístico que los unió simbólicamente.
Cuando Francisco se convirtió en Papa su mundo cambió
Mientras María Elena Bergoglio lavaba los platos en su casa de Buenos Aires el 13 de marzo de 2013, la televisión anunció el “Habemus Papam”. Al escuchar el nombre “Jorge Mario”, el mundo se detuvo para ella. Su hermano mayor, de 76 años, acababa de ser elegido como el primer Papa latinoamericano. Las lágrimas no le permitieron escuchar el apellido ni el nombre papal, Francisco. “Me bloqueé por completo”, confesaría después a la Revista HOLA Argentina.
Ese día marcó el inicio de una separación física que duraría hasta el fallecimiento del Papa, el 21 de abril de 2025, según registros vaticanos. María Elena, la menor de los cinco hijos de Mario José Bergoglio y María Regina Sívori, nunca volvió a abrazar a su hermano. Sin embargo, su relación se mantuvo viva a través de cartas, llamadas semanales y recuerdos compartidos.
Una infancia en Flores entre los hermanos
En el barrio porteño de Flores, los Bergoglio crecieron en un hogar humilde de raíces italianas. Jorge Mario, nacido el 17 de diciembre de 1936, era el mayor. María Elena, nacida en 1949, la menor. Con 11 años de diferencia, Jorge asumió un rol protector, especialmente tras la muerte de su padre cuando María Elena era pequeña.
“Era un hermano muy compañero”, relató ella en una entrevista con La Nación en 2013. En las charlas familiares, Jorge compartía detalles de su vida eclesiástica. En 2005, durante el cónclave que eligió a Benedicto XVI, confesó a María Elena que había recibido 40 votos, pero pidió que no lo consideraran. Este gesto de humildad convenció a su hermana de que nunca sería Papa. Por eso, el anuncio de 2013 la tomó desprevenida.
Un pontificado sin regreso
Tras su elección, Francisco nunca volvió a Argentina. Fuentes vaticanas indican que esta decisión respondió a razones institucionales y personales, aunque nunca se detallaron públicamente. Para María Elena, de 76 años en 2025, la distancia fue un peso emocional. Separada, madre de dos hijos (Jorge y José), y con una salud frágil, los médicos le desaconsejaron viajar a Roma.
“El esfuerzo y la emoción podían ser demasiado”, explicó una fuente cercana a la familia a Reuters en 2013. A pesar de los kilómetros, los hermanos mantuvieron contacto frecuente. “Hablamos una vez por semana, nos escribimos cartas”, contó María Elena a La Nación. Jorge, conocido por su amor por la cocina, solía preparar calamares rellenos o risotto de hongos, recetas heredadas de su abuela italiana, en los almuerzos familiares antes de 2013. Estos recuerdos eran un puente entre Buenos Aires y el Vaticano.
Un abrazo simbólico logrado por un amigo del Papa
En 2019, el artista argentino Gustavo Massó, amigo del Papa, logró unir a los hermanos de manera simbólica. Massó viajó al Vaticano y entregó a Francisco una escultura de una mano femenina, moldeada a partir de la de María Elena. Grabado en la pieza, un mensaje decía: “Mirá que me gustaría estar contigo y abrazarte. Créeme que estamos abrazados”. Según Massó, en una entrevista con Los Andes, el Papa acarició la escultura con lágrimas en los ojos.
La pieza permaneció en su escritorio vaticano hasta su muerte. Este gesto, aunque no reemplazó el abrazo físico, se convirtió en un símbolo del vínculo inquebrantable entre los hermanos.
La salud de María Elena
En los últimos años, la salud de María Elena se deterioró. Actualmente, vive bajo el cuidado de monjas en una institución religiosa en las afueras de Buenos Aires, según fuentes de Reuters. Su condición le impidió viajar al Vaticano para el funeral de su hermano, fallecido a los 88 años. La despedida, como su relación en los últimos 12 años, fue a la distancia.
Durante una audiencia en 2024, Francisco mencionó a su hermana al sindicalista Rodolfo Aguiar. “Sus medicamentos se triplicaron”, dijo, reflejando su preocupación por el impacto de la crisis económica argentina en su familia. Este comentario mostró que, incluso como líder mundial, Jorge nunca se desconectó de sus raíces.
El legado de un vínculo
La historia de Francisco y María Elena es un testimonio del costo personal detrás de un rol global. Mientras el mundo celebraba al primer Papa latinoamericano, en Buenos Aires, una hermana guardaba cartas y recuerdos. La escultura de Massó, las llamadas semanales y las recetas familiares son fragmentos de una relación que resistió la distancia.
En 2025, con María Elena como la única hermana viva de los Bergoglio, su historia sigue resonando. No hubo un último abrazo, pero el amor fraternal, como la fe que guió a Francisco, no necesitó de presencia física para perdurar.
La elección del Papa Francisco marcó un hito
La elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco en 2013 marcó un hito: fue el primer Papa jesuita y el primero de América Latina. Su pontificado, caracterizado por la humildad y la cercanía con los fieles, contrastó con el sacrificio personal de no regresar a Argentina. La relación con María Elena, su única hermana viva, refleja el lado humano de un líder que, pese a su influencia global, mantuvo lazos profundos con su familia y su país.
El mundo despide al Papa Francisco: Un legado de humildad y cambio