Los otros tendrán que aceptar los resultados, pero tienen la satisfacción de haber expuesto sus mensajes con claridad y otro con audacia hace promesas infantiles. Los que no triunfaron recorrieron el país y recibieron aplausos y reclamos. Se percataron de la necesidad angustiosa que viven miles de marginados. La pandemia multiplicó esas angustias.
Si con responsabilidad aceptaron ser candidatos a la Presidencia de la República, no hay duda que tienen vocación política, vocación para servir a la comunidad. Si tienen vocación política deben seguir en la lucha para corregir falacias y para que la democracia se fortalezca, y para vigilar que el mandatario que asuma el poder en mayo próximo, cumpla con verticalidad, con honestidad las ofertas que proclamó en la campaña, y que todo se cumpla para el progreso y bienestar de la República.
La sociedad ecuatoriana tiene hambre y sed de justicia, tiene necesidades urgentes para que la salud, la educación sean para todos y para vivir con dignidad.
Y para vivir con dignidad nuestra democracia no debe ser de papel.
Los dirigentes de los movimientos y partidos políticos tienen que ser personas llenas de probidad que deben predicar con el ejemplo, no hay democracia seria y responsable si no hay movimientos y partidos políticos debidamente organizados en los cuales la ciudadanía confíe.
Es indispensable que los candidatos de elección popular que auspicie un movimiento o partido político, por lo menos un año antes de la elección manifieste por escrito que conocen los estatutos y programas del partido o movimiento que lo auspicia, y por ello lucha para que se cumpla el programa del partido.
No es posible tolerar que un señor o una señora, por respetable que sea, se aleje de un partido o movimiento para luego ser candidato por otra tendencia política.
No es honroso que una persona ofrezca dádivas, regalos, contribuciones del Estado que no se pueden cumplir. Cuando se ofrece que el próximo gobierno “si llega a triunfar entregará mil dólares a un millón de familias”, parecería que no vivimos la realidad ecuatoriana. Si ese dinero se toma del Banco Central, las consecuencias serían nefastas para la economía del país y es una conspiración contra la dolarización.