Desde finales del siglo pasado nuestro pensamiento de mejorar los espacios físicos para convivir en familia, sea en zonas urbanas o rurales, empezó a cambiar significativamente al decidir utilizar materiales resistentes como el cemento, hierro, bloques y/o ladrillos, que permiten dar durabilidad a aquellas estructuras a largo plazo, refiriéndome a las habitacionales particularmente.
Con el pasar de los años, esto ha provocado que nos olvidemos y dejemos de construir viviendas utilizando la quincha. Una técnica ecológica y térmica, cuyos materiales principales eran el barro, la paja seca, agua y el excremento de vaca que se mezclaban hasta obtener una masa pastosa, que se colocaba como enlucido sobre las paredes de caña guadúa picada o también llamadas esterillas.
Y es que esta técnica constructiva era tan buena que aquellas viviendas también duraban décadas, tanto que en la actualidad aún encontramos casas así, unas habitadas y otras abandonadas por sus dueños, lo que demuestra la buena resistencia de la mezcla, sin dejar de mencionar o reconocer que en los tiempos de antes se utilizaba madera de excelente calidad para su estructura y que no se deterioraban con facilidad, la que ha permitido que ellas se mantengan en pie, aún después de haberse suscitado el evento telúrico del 16 de abril del 2016.
Tuve la dicha de vivir en este tipo de vivienda allá por los años 80 y 90 cuando niño, y puedo asegurar que el confort y la comodidad de ella eran tan buena que me atrevo a comparar con las de la actualidad, debido a que en las construidas hoy en día con ladrillos o bloques, un porcentaje mayoritario recurrimos a los acondicionadores de aire para refrescar su interior, mientras que en las construidas con quincha nunca utilizamos este artefacto, por dos razones; uno, porque en aquella época quizás no existía (no lo recuerdo) y, dos; porque la naturaleza de la técnica en mención permitía que el calor se mantenga en las paredes debido a la inercia térmica por el recubrimiento del barro, evitando en gran medida el efecto de calefacción interna, manteniendo de esta forma un clima cálido.
Finalmente, en hora buena por aquellas familias que aún conservan sus viviendas con estructuras de madera y quincha, porque tienen a su haber una construcción liviana, flexible y sobre todo con condiciones térmicas satisfactorias que al mismo tiempo aportan a la sencillez que caracterizaba en aquellos tiempos cuando que no se tenía mucho, pero a la vez se tenía más de lo que necesitábamos para vivir.
CRISTHIAN MARIO CEVALLOS LÓPEZ