El síndrome del corazón roto, conocido como miocardiopatía de Takotsubo, no es solo una expresión poética. Este trastorno, identificado en Japón en los años 90, afecta al corazón tras un evento de estrés emocional o físico intenso. Según estudios, puede provocar síntomas similares a un infarto e, incluso, la muerte en casos raros. La ciencia y la academia han investigado este fenómeno, revelando cómo las emociones extremas impactan el sistema cardiovascular.
Un corazón debilitado por el estrés
La miocardiopatía de Takotsubo ocurre cuando un evento traumático, como la muerte de un ser querido, una ruptura amorosa o una discusión intensa, desencadena una liberación masiva de hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol. Estas sustancias afectan el ventrículo izquierdo, causando una deformación que recuerda a una trampa de pulpos japonesa, de ahí su nombre.
Investigaciones publicadas en el European Heart Journal muestran que el estrés emocional reduce la comunicación entre regiones del cerebro que controlan las emociones y las respuestas automáticas, como los latidos cardíacos. Esto provoca una debilidad temporal en el músculo cardíaco. Un estudio de Cedars-Sinai indica que el 10% de los pacientes que sufren este síndrome enfrentan un segundo episodio en cinco años. Aunque la mayoría se recupera en semanas, el riesgo de complicaciones persiste, incluyendo arritmias, insuficiencia cardíaca o edema pulmonar.
La COVID-19 ha incrementado los casos, según el Journal of the American Medical Association. Las mujeres mayores, especialmente posmenopáusicas, son las más afectadas, representando el 90% de los casos. Los síntomas incluyen dolor torácico, dificultad para respirar y, en casos extremos, parada cardíaca. A diferencia de un infarto, no hay obstrucciones en las arterias coronarias, lo que facilita su diagnóstico mediante electrocardiogramas y ecocardiografías.
Factores desencadenantes y su impacto
No solo el dolor emocional desencadena este síndrome. Eventos físicos como un accidente cerebrovascular, una cirugía mayor o una infección grave también pueden provocarlo. Estudios de la American Heart Association señalan que incluso eventos positivos, como ganar la lotería, pueden generar una sobrecarga emocional suficiente para afectar el corazón.
El 60% de los casos están ligados a enfermedades graves, mientras que el 40% restante se atribuye a traumas emocionales. Los médicos advierten que el estrés crónico aumenta el riesgo. Por ello, recomiendan tratamientos con betabloqueadores para mitigar los efectos de las hormonas del estrés. Cambios en el estilo de vida, como una dieta saludable y ejercicio regular, también ayudan a prevenir recurrencias.
Un caso notable fue el de la actriz Debbie Reynolds, quien falleció en 2016 un día después de su hija, Carrie Fisher. Según reportes, su dolor emocional pudo haber desencadenado un episodio fatal. Aunque raro, este ejemplo ilustra la gravedad del síndrome.
Perspectiva académica: el duelo y sus riesgos
La academia complementa los hallazgos científicos con estudios sobre el impacto psicológico del duelo. Investigaciones de las universidades de Harvard y Wisconsin-Madison muestran que la pérdida de una pareja aumenta la mortalidad en un 18% en hombres y un 16% en mujeres durante los primeros 30 días. Este riesgo se debe a eventos cardiovasculares fuera del ámbito hospitalario, como derrames cerebrales o ataques cardíacos, relacionados con el estrés agudo.
La Universidad de Londres reportó que el riesgo de infarto o derrame se duplica tras la muerte de un ser querido. Además, el trastorno de estrés postraumático y la depresión pueden agravar las condiciones físicas, llevando a casos extremos como el suicidio. Aunque no todos los duelos derivan en depresión clínica, el procesamiento emocional prolongado puede debilitar el sistema cardiovascular.
Los expertos sugieren buscar ayuda profesional tras un evento traumático. La terapia psicológica y el apoyo social reducen el impacto del estrés emocional. Aunque el síndrome del corazón roto es tratable y la recuperación es común, su potencial letal no debe subestimarse. La ciencia y la academia coinciden: un corazón roto puede ser más que una metáfora